Diario de León

Reportaje | marco romero

«Sin memoria no existimos»

Los descendientes de la maestra y el maestro de Burón asesinados en 1936 se fueron de las excavaciones con el corazón en un puño ante el frustrado hallazgo de los restos

Un operario con retroexcavadora dirigido por los arquéologos de la ARMH abrió seis zanjas de unos 40

Un operario con retroexcavadora dirigido por los arquéologos de la ARMH abrió seis zanjas de unos 40

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León

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Ni un solo rastro. Las primeras prospecciones llevadas a cabo por el equipo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en un paraje de Lario no dieron ayer con el paradero de los restos óseos de la maestra y el maestro de Burón asesinados por falangistas el 30 de septiembre de 1936. Un equipo de arqueólogos y voluntarios de esta entidad iniciaron a primera hora de la mañana las excavaciones para localizar los cadáveres de María de los Desamparados Blanco y Eusebio González. Sus descendientes estuvieron allí, aunque se tuvieron que ir a casa con el corazón en un puño, puesto que horas y horas de trabajo bajo un sol implacable fueron inútiles, de momento, para hallar los restos.

Los más viejos del pueblo de Lario se acercaron hasta la zona para ayudar a los trabajadores a delimitar el cementerio improvisado donde fueron enterrados los maestros, algo realmente complicado en esta extensa área de alta montaña y con una morfología que ha variado con los años. Seis zanjas de unos 40 metros de longitud y a no más de medio metro de distancia dibujaban al atardecer un paisaje triste, con rostros cansados y miradas perdidas en el horizonte.

Laurentino Fernández, de 91 años de edad y único hijo de la maestra María de los Desamparados, llegó pasadas las cinco de la tarde deseoso de noticias que no se produjeron. «Para mi abuelo esto supondría cerrar una etapa de su vida. Por eso la recuperación de los restos la vemos como un derecho, no como una forma de venganza», afirmó a pie de zanja un biznieto de la maestra.

Todos vivieron un momento muy emotivo cuando Laurentino se encontró con David Allende González, nieto del maestro Eusebio González. Fundieron sus manos en un solidario y largo apretón de manos. Se apartaron y hablaron con complicidad. A la vuelta, el nieto de Don Eusebio contó que los restos del maestro, de aparecer, serán inhumados en el nicho familiar de Burón, pueblo en el que siguieron viviendo no sin sufrimiento las tres hijas del maestro tras su asesinato. «He venido muchas veces con mi madre a este sitio», relata Allende González. «Aquí le rezábamos».

Los maestros de Burón fueron apresados por dos falangistas en sus propias casas. A él ya lo llevaban en un coche medio desmayado cuando fueron a recoger a María de los Desamparados. Ella se defendió hasta la muerte. Sus gritos llegaron hasta Lario. «¿Pero qué nos váis a hacer?», preguntaba a sus ejecutores, según recuerda la historia que tantas veces se ha escuchado a los más viejos del lugar. Tan cruel fue su muerte que se ha llegado a decir que la remataron con un pico. Ambos fueron enterrados a las fueras de Lario, en un lugar muy cercano a un arroyo hoy desaparecido.

Fernando Fernández, nieto de la maestra, viajó desde Madrid para seguir la exhumación. Recuerda un poema de Buñuel que habla sobre la verdad de la memoria. «El ser humano somos memoria; cuando dejamos de tenerla no existimos», dijo emocionado.

Los trabajos continuarán hoy por la mañana. El área delimitada por la memoria popular no acertó y será preciso ampliar la zona de las excavaciones. La exhumación de estos cuerpos tiene en vilo a los pueblos del entorno. Sus vecinos, todavía con esa contención que se ha vivido en la zona durante 70 años, se van acercando poco a poco a las zanjas. Unos para ayudar en la localización. Otros, como dicen los descendientes de Mª de los Desamparados, para cerrar un capítulo. Pero el libro tiene más páginas.

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