Reportaje | HONORINA VECINO
Más que una fiesta para los valderenses
Los vecinos celebran con estusiasmo el día de su patrona, la Virgen del Socorro
![Imagen de archivo de la Plaza Mayor de Valderas.](https://imagenes.diariodeleon.es/files/image_large/uploads/2024/01/20/65ab5b94a8bf7.jpeg)
Imagen de archivo de la Plaza Mayor de Valderas.
Los primeros días del mes de septiembre son para los valderenses unas jornadas de ajetreo doméstico, de planes festivos, de euforia y optimismo en la juventud, pero sobre todo de fervor religioso en torno a su Patrona la Virgen del Socorro, para conmemorar la fecha de su nacimiento el 8 de septiembre, como se celebra en todo el orbe cristiano. El carácter amable, acogedor y festivo de los valderenses se intensifica en estas fechas. Los veraneantes que disfrutaban de nuestro buen clima, selecto yantar y ambiente popular, se van despidiendo; pero en su lugar llegan al pueblo multitud de valderenses deseosos de asistir a la fiesta en honor de su Patrona, o «al Socorro», como lo expresamos familiarmente.
El Socorro es como un hito en el discurrir de la vida de estos viajeros que proyectan sus actividades y su visita al pueblo para antes, después o durante el Socorro. Es un hito en el alma de cada valderense ausente, que le trae a la memoria infinidad de recuerdos de escenas, de personas, de momentos tristes o alegres que él quiere revivir en esta fecha aquí entre los suyos.
El día del Socorro es la fiesta grande de Valderas, y como tal podemos marcar en ella dos facetas perfectamente compatibles: la religiosa y la profana, la oración y la diversión, a las que yo añadiría una tercera faceta: la familiar, la del reencuentro entre parientes y amigos, la de la tertulia con los paisanos, la del saludo cariñoso entre vecinos y colegas. Esta tercera faceta pone fin a las saudades o añoranzas que el valderense ausente va reprimiendo y superando a lo largo del año. Ellas, al exteriorizarlas y compartirlas, dejan de ser un mal de ausencia para ser una alegría presente y viviente.
Durante los nueve días dedicados a la Patrona el templo donde se venera su imagen rebosa de fieles fervorosos de toda índole y edades.
El visitante valderense se encontrará con que su pueblo no es aquél que dejó hace unas décadas, del que nos dolíamos muchos contemporáneos; no es el pueblo que parecía haberse estancado, que no aceptaba lo de «renovarse o morir», el que escuchaba en voz de muchos, impasibles e indiferentes, aquella frase: «en Valderas somos así, en Valderas no hay cambios, ni novedades, ni arreglos»-¦
Y no les faltaba razón, cuando veíamos tapias derruidas, escombros perpetuos en callejas, casas semicaídas, o la antítesis de todo esto: verjas doradas o plateadas en fachadas de adobe raído, o lustrosos muros de ladrillo rojos haciendo pared con un arco mudéjar-¦ Y por doquier gruesos cables de tendido telefónico rompiendo la línea arquitectónica clásica. Pero lo más grave de aquellos años era el derrumbe de casas enteras a consecuencia de las filtraciones de agua en las bodegas.
Sin embargo, este visitante actual se asombrará de la restauración del Seminario. De la Plaza del Trigo o del Grano o de Ramón y Cajal, convertida en un conjunto urbano que luce bellos y simétricos soportales con arcos de medio punto. El nuevo Ayuntamiento, iluminado en su reloj y ventanales. La profusión de farolas de estilo fernandino en plazas, paseos y avenidas. La última novedad para mí: la iluminación de los dos torreones y su muralla, que se contempla desde la carretera a larga distancia y predispone al viajero a un propósito firme de admirarla de cerca. Y, ¿qué decir de esas áreas urbanas, casi desfasadas, que hace unos años adquirieron la vitalidad de lugares de descanso o de recreo o de simple perspectiva, como «El Cueto», el jardín en la subida al Instituto, el Mirador, que a escasos metros de la Plaza Mayor ofrece un panorama de horizonte inmenso, con sus jardines y sus bancos que invitan a la contemplación?. Y la Plaza de la Cruz, asiento de la Sinagoga medieval que se vio libre de montones de escombros para hacerse un jardín con bancos y juegos infantiles. Sí, los valderenses forasteros admiran el aspecto nuevo de su pueblo y se integran en los actos religiosos que todo el vecindario celebrará como es tradición en estos días, y especialmente el martes día 8, acompañando a su «Morenica» en la solemne procesión por las calles y plazas ricamente engalanadas.