Diario de León

Reportaje | HONORINA VECINO

Más que una fiesta para los valderenses

Los vecinos celebran con estusiasmo el día de su patrona, la Virgen del Socorro

Imagen de archivo de la Plaza Mayor de Valderas.

Imagen de archivo de la Plaza Mayor de Valderas.

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Los primeros días del mes de septiembre son para los valderenses unas jornadas de ajetreo doméstico, de planes festivos, de euforia y optimismo en la juventud, pero sobre todo de fervor religioso en torno a su Patrona la Virgen del Socorro, para conmemorar la fecha de su nacimiento el 8 de septiembre, como se celebra en todo el orbe cristiano. El carácter amable, acogedor y festivo de los valderenses se intensifica en estas fechas. Los veraneantes que disfrutaban de nuestro buen clima, selecto yantar y ambiente popular, se van despidiendo; pero en su lugar llegan al pueblo multitud de valderenses deseosos de asistir a la fiesta en honor de su Patrona, o «al Socorro», como lo expresamos familiarmente.

El Socorro es como un hito en el discurrir de la vida de estos viajeros que proyectan sus actividades y su visita al pueblo para antes, después o durante el Socorro. Es un hito en el alma de cada valderense ausente, que le trae a la memoria infinidad de recuerdos de escenas, de personas, de momentos tristes o alegres que él quiere revivir en esta fecha aquí entre los suyos.

El día del Socorro es la fiesta grande de Valderas, y como tal podemos marcar en ella dos facetas perfectamente compatibles: la religiosa y la profana, la oración y la diversión, a las que yo añadiría una tercera faceta: la familiar, la del reencuentro entre parientes y amigos, la de la tertulia con los paisanos, la del saludo cariñoso entre vecinos y colegas. Esta tercera faceta pone fin a las saudades o añoranzas que el valderense ausente va reprimiendo y superando a lo largo del año. Ellas, al exteriorizarlas y compartirlas, dejan de ser un mal de ausencia para ser una alegría presente y viviente.

Durante los nueve días dedicados a la Patrona el templo donde se venera su imagen rebosa de fieles fervorosos de toda índole y edades.

El visitante valderense se encontrará con que su pueblo no es aquél que dejó hace unas décadas, del que nos dolíamos muchos contemporáneos; no es el pueblo que parecía haberse estancado, que no aceptaba lo de «renovarse o morir», el que escuchaba en voz de muchos, impasibles e indiferentes, aquella frase: «en Valderas somos así, en Valderas no hay cambios, ni novedades, ni arreglos»-¦

Y no les faltaba razón, cuando veíamos tapias derruidas, escombros perpetuos en callejas, casas semicaídas, o la antítesis de todo esto: verjas doradas o plateadas en fachadas de adobe raído, o lustrosos muros de ladrillo rojos haciendo pared con un arco mudéjar-¦ Y por doquier gruesos cables de tendido telefónico rompiendo la línea arquitectónica clásica. Pero lo más grave de aquellos años era el derrumbe de casas enteras a consecuencia de las filtraciones de agua en las bodegas.

Sin embargo, este visitante actual se asombrará de la restauración del Seminario. De la Plaza del Trigo o del Grano o de Ramón y Cajal, convertida en un conjunto urbano que luce bellos y simétricos soportales con arcos de medio punto. El nuevo Ayuntamiento, iluminado en su reloj y ventanales. La profusión de farolas de estilo fernandino en plazas, paseos y avenidas. La última novedad para mí: la iluminación de los dos torreones y su muralla, que se contempla desde la carretera a larga distancia y predispone al viajero a un propósito firme de admirarla de cerca. Y, ¿qué decir de esas áreas urbanas, casi desfasadas, que hace unos años adquirieron la vitalidad de lugares de descanso o de recreo o de simple perspectiva, como «El Cueto», el jardín en la subida al Instituto, el Mirador, que a escasos metros de la Plaza Mayor ofrece un panorama de horizonte inmenso, con sus jardines y sus bancos que invitan a la contemplación?. Y la Plaza de la Cruz, asiento de la Sinagoga medieval que se vio libre de montones de escombros para hacerse un jardín con bancos y juegos infantiles. Sí, los valderenses forasteros admiran el aspecto nuevo de su pueblo y se integran en los actos religiosos que todo el vecindario celebrará como es tradición en estos días, y especialmente el martes día 8, acompañando a su «Morenica» en la solemne procesión por las calles y plazas ricamente engalanadas.

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