La fiesta de la fertilidad

En los albores de este multicolor otoño leonés, sin dejar paso a la melancolía con que se suele despedir la claridad del verano que se nos fue, la villa de Fresno de la Vega celebra con alborozo la recogida de los frutos que proceden de una tierra privilegiada por la fertilidad de sus surcos y por la constancia de quienes tienen que cuidarlos para logra el ciento por uno, como en la semilla evangélica. Y de entre los productos de esta bendita Huerta, como símbolo contrastado desde todos los tiempos, se rinde un especial homenaje al rey de las hortalizas: el sabroso pimiento, que se ha ganado a pulso su presencia en las mesas más exigentes.

Son muchos ya los años que venimos compartiendo inquietudes y proyectos con las gentes de Fresno, y todos ellos, con los matices diferenciales que dan personalidad a quienes trabajan honradamente por su pueblo, han sabido dar cauce al sentir popular que se centra en presentar una villa moderna sin perder por ello las señas de identidad que heredaron de sus mayores como legado a mantener y potenciar. Aquellos viejos fraxinenses, que supieron salvaguardar el núcleo urbano y el alfoz rural de las temidas inundaciones que aislaban al pueblo en las crecidas de otoño-invierno, tienen hoy dignos sucesores que saben afrontar con decisión cada una de las situaciones comprometidas, sin grandes alardes, pero con un voluntad firme y serena, como corresponde a los hombres curtidos en la huerta y a las mujeres que alientan con entereza los esfuerzos comunes.

Un pimiento distinguido. Cada uno de los ediles mayores que han se sucedido en estas últimas legislaturas, creemos que con la mejor intención de servir a sus vecinos, dejan su sello personal en la consecución de una serie de mejoras que proclaman a los cuatro vientos el buen hacer de quien se compromete a través de las urnas. Emilio Prieto, Francisco Carpintero, Filiberto Reinoso, Eusebio Mígueles, Francisco Martínez y el actual alcalde, Antonio Lozano, presentan un alentador balance de su gestión municipal.

Pero la gran noticia, que en la presente edición de la Feria causará impacto entre los agricultores pimenteros, es la reciente aprobación, por la Dirección General de Industria y Mercados Alimentarios, de la Identificación Geográfica Protegida, que engloba a la tenaz Promotora de la Denominación de Origen del Pimiento Morrón, de Fresno, que preside el dinámico gestor, José Ramón Bodega, y a la Asociación de Productores de la Huerta de los Valles Benaventanos, que preside José Carlos Furones, que han unido sus esfuerzos corporativos para la constitución del Consejo Regulador del Pimiento Morrón, que en un principio se prevé que esté ubicado en la localidad de Fresno de la Vega.

Es muy probable que para un observador superficial, o un carnívoro recalcitrante, el pimiento no pase de ser un vulgar producto de huerta que a veces hasta encaja como segundón de opíparas viandas de alta gastronomía.

Y quizá tengan razón quienes se plantean estas consideraciones, pero les invitamos a la reflexión y valoración del porqué hay segundones que están siempre presentes, hasta hacerse imprescindibles, recibiendo el Óscar popular al mejor papel secundario en la cocina.

Bien merece don pimiento esta distinción que honra a quien con él la tiene. Tan airoso cuando en los surcos recibe el cuidado intensivo que le prestan sus plantadores procurando el regalo que el agua del padre Esla sabe combinar con el sol que alienta su madurez. Tan verde y picante, muchas veces que parece evocar algún inocente juego erótico en el simbolismo popular de su intenso sabor y color. Tan coloradito, otras, que sugiere el rubor de agraciadas doncellas quinceañeras, para que aún sea más codiciado. Y tan suculento, a la hora de comerlo, que su presencia en los platos, es acogida con todos los honores.