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OPINIÓN | CARTA TE ESCRIBO

De vaqueiros y maragatos

Publicado por
Martin Martínez
León

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Querido hermano: De palabra te lo dije. Anduvimos predicando por la Asturias trasmontana. En Tineo, bella villa vive Dios, cuna de los Tineo astorganos, hubo convocatoria general sobre los vaqueiros de alzada. Los concejos más significativos -Luarca, Cudillero, Allande, Salas y Tineo- están poniendo en valor la cultura vaqueira y cuantas manifestaciones inmateriales arrastra. Ni mucho menos intentan revivir -que también en su medida- una forma de vida, ya caduca para estos tiempos; aunque todavía quedan algunos vaqueiros como Xuanín de las Tabiernes que nos deleitó con los cantos de sus antepasados, algunos llenos de chispa y malicias. Y celebran por todo lo alto, en agosto, la fiesta vaqueira, con boda real incluida.

Era el I Congreso vaqueiro, al que invitaron gentilmente a gentes de los otros cuatro pueblos a los que algunos, listos en la venta de libros, han tachado de pueblos malditos. Allí estaban, hermano, Manuel Quadreny Cortés representando a los judios chuetas de las Baleares; Xavier Santxotena por los agostes del Baztán; Carral por los pasiegos santanderinos y este tu hermano por los maragatos, pues éstos como tal ya no existen aunque haya habitantes en Maragatería.

¿Pueblos malditos? Sí. Tanto Quadreny como Santxotena que llevan apellidos y sangre chueta y agote, respectivamente, dejaron claro que sus pueblos -"aquí se puede decir pueblos-" sí han sido malditos, perseguidos y vilipendiados, a lo largo de los siglos. Aún hoy, aseguran, se notan ciertas reticencias, si bien muy amortiguadas. José Manuel Carral, con los pasiegos, no entiende ni comprende la inclusión en esa nómina, pues en nada se diferencian de los otros valles cántabros, donde la belleza se desparrama como el mejor de los dones.

De los maragatos, ya sabes querido. Todos los enigmas, todos los mitos, todos los misterios que algunos han ido forjando, interesadamente, están desmoronándose. Hasta los más ortodoxos, no te los cito, que hace veinte años se esforzaban en aumentar esa aureola secular que rodeaba al maragato, están cayendo del macho como le ocurrió a Saulo de Tarso. Ni pueblo especial, ni raza distinta, ni boda única, ni traje desconocido, ni tanta honradez como se ha pregonado, ni persecuciones.

La endogamia, tan pregonada en Maragatería, existía con fuerza en esas cuatro familias de cada pueblo por aquello de conservar la bolsa, no más. Solamente queda, eso sí, el nombre sin que se haya llegado a una conclusión a pesar de las muchas teorías, más o menos encarriladas, y otras absolutamente peregrinas. Creo que las más fiables -por el momento- a tenerse en cuenta son las de esos dos sabios, Manuel Moreno y García Yebra. Al tiempo.

Se llegó a la conclusión que ni vaqueiros ni maragatos son pueblos malditos. Más bien han sido maldecidos. Maldecidos por sus convecinos a causa de su prepotencia basada en el dinero acumulado, a veces con no muy buenas artes; ambos se dedicaban a la arriería; ambos eran fuertes propietarios de tierras y ganados; ambos intentaban tener bajo su yugo a los demás vecinos con los que tenían -y hasta con los concejos- fuertes encontronazos. Eran unos pocos contra muchos y casi siempre resultaban vencedores; su fuerza estaba en el dinero.

Verdad es que los vaqueiros sufrieron represiones como el lugar a ocupar en las iglesias; pero demostrado quedó que aquello les venía al pelo, porque así se libraban de pagar los diezmos y primicias; como hacían con la hacienda estatal; en la braña aseguraban pagar sus impuestos en el pueblo de invernada, en la costa; mientras en el de la costa juraban pagar en la braña. Y no pagaban claro. Listo eran los condenados.

Así que, hermano, ni pueblos malditos, ni Dios que lo fundó. Eran sí, pueblos maldecidos. A sus convecinos, labradores o artesanos, no les faltaba razón.

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