El minero que fue al rescate y perdió la memoria: «¿Juan Manuel? ¿Ese soy yo?»
«Era muy luchador, y muy amigo de sus amigos. Yo sé que, si se acordara, el día que venga a declarar iban a temblar. Pero no se acuerda. No sé lo que dirá». A María José Lauda se le quiebra la voz y se le escapan las lágrimas cuando habla de las secuelas que el accidente del Pozo Emilio de la Hullera Vasco Leonesa dejó en su marido. El más grave de los heridos, que acudió al rescate de sus compañeros cuando notaron el «bufido» del grisú y salió en estado crítico del pozo.
Tras un mes ingresado pensaba que había sufrido un accidente de tráfico. Sufre lesiones cerebrales y no recuerda nada del terrible 28 de octubre de 2013.
«Juan Manuel muchas veces decía que ahí iba a pasar algo. Y todos sabemos que a los dos ingenieros les despidieron porque se negaron a meter ahí a los trabajadores. Pero claro, qué van a decir ellos (los consejeros de la empresa, que ayer declararon ante la jueza). Que no sabían nada. Es normal».
María José no oculta su disgusto. «Estoy muy decepcionada por las declaraciones» de Antonio y Arturo del Valle. Aunque reconoce que «es normal que ellos declaren a su favor».
¿Vida normal?
Ella habla a su marido del proceso. «Ayer (el lunes) llegué a casa del juzgado y le leí todas las declaraciones, de los periódicos. Cuando le digo Juan Manuel Menéndez me pregunta: ¿Ese soy yo? Le cuento cosas y me dice que le apena no recordar nada de lo que pasó».
Las familias de las víctimas del accidente del Pozo Emilio no están solas, pero casi. Y eso lamenta José Luis Esteve, minero jubilado que vive en Ciñera de Gordón y acude al juzgado porque era amigo de Manuel Moure, pero sobre todo porque considera que «todo se ha ido diluyendo. Ha pasado mucho tiempo desde el accidente, y esto es lo que temíamos».
«Me duele cantidad. No fue un accidente mortal, fue un asesinato, pero nunca se va a juzgar así».
Abrazos y olvido
«Al principio todo eran cariños, pero ahora muy pocos acompañamos a las familias»
El minero jubilado lamenta también que la actuación de los sindicatos en su día. «Tenían que haber convocado una huelga general hasta que se resolvieran las responsabilidades. Que se esclareciera todo. Ahora el problema es para las mujeres, los padres, los hijos,... Los demás lo han dejado pasar todo».
Recuerda que en los primeros tiempos «todo eran abrazos y cariños, pero ahora la presencia de personas que acompañan a las familias es mínima». Y apunta también que «todo el mundo sabía lo que pasaba, se hablaba en los bares. Había mucho grisú, cada poco les sacaban de las explotaciones. Pero les hacían trabajar con ello».
Advierte de que el horror pudo haber sido incluso más grave. «Si llega a haber una explosión levanta el castillete». Lamenta la actuación de la empresa y sobre todo de «los mandos intermedios, que tenían como primera misión cuidar a los trabajadores. Y si había que parar, se para».