Picadores de la Vasco denuncian que «se trabajaba de forma que no era normal»
«En Tabliza ni los medios ni la seguridad eran como en Santa Lucía, parecían empresas distintas»
La vista oral por el accidente del Pozo Emilio de la Hullera Vasco Leonesa se retomó ayer con la declaración de familiares de las víctimas, y de otros dos trabajadores que compartieron explotación con los seis fallecidos el 28 de octubre de 2013. Tanto Agustín Fernández Díaz como Juan Jesús Colmenero Díez reiteraron, como la semana pasada hicieron el resto de los trabajadores que acuden como testigos de las acusaciones, que el trabajo en el taller siniestrado era peligroso y les preocupaba. Porque la bóveda no acababa de caer, y porque había más gas que en otras explotaciones, en un macizo que ya era especialmente grisuoso.
Fernández, que trabajó durante 16 años en la Vasco y era picador, insistió en que el carbón era allí «especialmente duro, y daba problemas»; aunque no notó que se tomaran especiales medidas de seguridad respecto otras explotaciones. El minero trabajó la mayor parte del tiempo en el pozo de Santa Lucía, y cuando lo cerraron le destinaron a Tabliza. «El cambio fue muy duro, en Santa Lucía había muchos más medios, no faltaba de nada. En cambio en el Pozo Emilio hasta tenías que ir a pedir herramientas a las contratas, daba vergüenza . Y no había separación de labores, algo que nos habían enseñado que era básico».
El argumento de la bóveda
Igual que hicieron sus compañeros en el resto de las declaraciones, Fernández Díez declaró que estaban preocupados porque la bóveda del taller donde ocurrió el accidente tardaba mucho en caer. Aunque desde las defensas argumentaron que fueron nueve días, y en otros talleres se había llegado hasta a 17 días en esa situación, el picador señaló que no recordaba bien y que no podía entrar en cuestiones técnicas. «Pero está claro que eso era lo que decía todo el mundo».
También que había miedo al gas y la bóveda. «Aquella explotación avanzaba de forma que no era normal». A pesar de lo cual si comunicaron sus temores a los responsables de seguridad fue de forma verbal, y nunca por escrito a pesar de que estas situaciones no ser reflejaban en las actas. De hecho Fernández Díaz ni siquiera lo comentó a su hermano Estanislao (que también ha prestado declaración en el caso); que era suplente del comité de seguridad y que había estado visitando el taller.
El mismo argumento de que sólo se plantearon las quejas de palabra, pero que «todo el mundo sabía lo que pasaba allí, lo veían igual que nosotros», esgrimió Colmenero. Que sí dijo a su mujer que si tenía algún accidente denunciara, pero no comunicó ninguna queja a su cuñado, que era miembro del comité de seguridad.
Colmenero era barrenista de rampla en el taller donde se produjo el accidente, y trabajó durante 23 años en la empresa minera. Trabajó la noche antes del accidente, y señaló ante la jueza que esa jornada «oyeron muchos restallidos» y salieron varias veces del taller, les parecía una señal de alarma. «Había más respeto a ese macizo que a los demás».
También declaró que la semana anterior al accidente se habían registrado varias veces valores de metano superiores al 2%, e incluso se llegaba al 5% cuando se desgasificaba. Una tarea que se hacía periódicamente en ese frente, y no era tan habitual en otras partes de la mina.
No declaró tras el accidente ante Minas sus sospechas sobre la bóveda «porque no me preguntaron». Y rechaza haber recibido presiones para modificar su versión. «Ya soy mayorcito para saber lo que tengo que decir».