| Jorge Revenga
La Víspera más deseada...
¿Se dan cuenta de lo rápido que pasa el tiempo? Estoy seguro que sí. Parece que fue ayer cuando me despedía de todos ustedes invocando a capa y espada los espíritus del recuerdo. Ha pasado casi aun año. Es cierto. Pero es posible que con la forma tan poco inteligente que tenemos de tomarnos las cosas de este mundo acaso ni siquiera hayamos reparado en que mañana vuelve a ser Viernes de Dolores. Es probable que estos diez días que llegan -la semana más larga del año y la que aporta a León más visitantes, hecho que debiera sonrojar a algunos que pasan todo el año vendiendo en ferias no se sabe muy bien qué- decidamos olvidarnos de las prisas y de las prosas. Cuando pasen esas doscientas cuarenta horas, sin embargo, pensaremos nuevamente, con el corazón encogido, tempus fugit. Así es la vida. Así, nuestra existencia.
Esta tarde volverá a cumplirse. Lo prometo. Será en la anochecida, cuando las estrellas se asoman al Grano, como queriendo anunciar el camino. Alguien trepará al camarín de la Señora del Mercado y la descenderá para entronizarla. Muy pocos respirarán, ansiosos, esos momentos tan iguales cada año y tan distintos para casi todos. Unos ya no estarán nunca; acaso otros, habrán dado la espalda a la Madre; los más, estaremos imaginando el momento porque hay cosas que nunca deben verse si no quiere perderse la inocencia. Lo importante es que la Dolorosa del Mercado, La Virgen de mi calle que llamara Crémer, será arropada esta tarde y preparada para cumplir su compromiso con la ciudad.
Por su parte, los leoneses y quienes nos visitan no están obligados a nada. Todos lo saben. Pero sin duda mañana, cuando despunte la tarde nuevamente y cuando los campaniles del Mercado y Carbajalas pugnen estrepitosamente por conseguir la atención de la Señora de las Tristezas, sabrán que acaba de comenzar una nueva semana santa. Las calles serán los templos y hasta las casas en las que acoger a tantos como siguen esta vieja tradición forjada con el pulso de los siglos. Todos abrirán sus corazones pues al fin y al cabo, la fiesta de una ciudad la hace el pueblo de forma espontánea, sin necesidad de directores de orquesta -a veces, además, poco avezados-.
En fin. Que en estos días grandes de León, todos estamos obligados a ver, vivir y sentir la semana santa con el corazón en mano, enamorándonos cada minuto y consiguiendo enamorar a quienes se acercan. Todos tenemos un compromiso con esta ciudad tan necesitada de esfuerzos colectivos.
En estos diez días, si ustedes lo desean. Yo estaré dispuesto a llevarles de la mano por mi semana santa. Les sugeriré algunos detalles, a veces inapreciables, que para mi resultan imprescindibles. Sólo necesitamos una premisa: dejarnos llevar por los cinco sentidos; convertirnos -"si quiera sea por momentos- en niños, como antaño, como cuando un Domingo de Ramos cualquiera, mirábamos a nuestros zapatos nuevos con los ojos como platos y por supuesto, debemos estar dispuestos a soñar y a respetar todas las semanas santas que caben en la Semana-¦
Si ustedes lo desean, síganme. Prometo sensaciones inolvidables. Recuerden. ¡Respiren hondo! Sólo son doscientas cuarenta horas