Recuerdos...
Te imaginaba sóla.
Con ese Hijo muerto entre tus brazos.
Te añoraba callada,
envuelta en tus silencios,
con lágrimas robadas
de la tristeza enorme que sufriste
al arrancarte el hijo de tu entraña.
No quise recordarte,
de velas rodeada.
Ni siquiera cantarte
tus salves entonadas.
Me rebelé con fuerza para verte,
asomada a la plaza,
mientras dos campaniles de la historia
hacia el cielo gritaban
que ese Viernes, Señora de la noche,
la luna no brillaba.
Como un viajero más quise mirarte
entrando en Carbajalas.
Y soñé que era yo quien te lloraba,
sin moverme del sitio,
sin llegar a mirarte,
sin poder siquiera fuera un momento,
dejarte abandonada.
Todo un año esperando,
toda una vida siguiéndote en la sombra.
Todas las tardes fueran ese Viernes,
todo mi anhelo verte otra vez sola.
Mirarte hacia la cara,
hablarte con voz rota
por la emoción que siento cuando sales
a esta ciudad de sombras.
Te recuerdo, Señora leonesa.
Te llevo dentro, Madre, cuando lloras.
Tus lágrimas serán tan silenciosas
que evocarán -“seguro-
un año aciago de recuerdos,
muchos días de ansia cegadora,
para sentir, Señora, en mi recuerdo,
solo esa noche rota
por los tambores que anuncian la tragedia
y las cornetas que lloran
y voces que arremeten contra el cielo
con Salves redentoras.
Y por eso, Señora entristecida,
tu voz será mi aurora.
Todas las noches y los días, todos,
serán tuyos, Señora.