VEGUELLINA DE ÓRBIGO
Sábado de Pasión: saetas de plata y oro
Si alguien encuentra por la ciudad recién despertada, remolques con algún paso encima, que no se preocupe. No está aún dormido. Se ha iniciado una frenética actividad que va a ser moneda común de la semana. Más de cien tronos deben moverse de un lado para otro de la ciudad y la madrugada, al borde de despuntar el día, es el momento de hacerlo. Todas las cofradías están redoblando esfuerzos entre bambalinas para que, cuando la ciudad las vea desde la aceras, todo esté en su sitio. Y estará. Se lo aseguro.
Hoy, Sábado de Pasión tenemos varias citas imprescindibles. Si el clima se porta como debiera.
La primera comenzará a las seis de la tarde. Santo Martino espera la salida del Cristo de la Esperanza y las dos Madres que lo acompañan (una, de ellas, la Virgen del Milagro, María Santísima de la Piedad Amparo de los leoneses, s. XVI). Esta semana santa, la procesión de la Cofradía de Jesús Sacramentado llevará la mejor música de la ciudad. Será interesente ver -“más bien oír- las tres mejores formaciones musicales leonesas, las que más calidad atesoran y las más conocidas (y apreciadas) fuera de León. La Victoria -”con sus cornetas plateadas que parecen no tener límites sonoros-” La Cena -”con sus tricornios azules y su sonoridad y afinación demostrada en cada actuación-” y la Agrupación Musical de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno -”este año casi ochenta miembros dispuestos a hacer vibrar a los braceros y al público-”. Respecto de la música en semana santa, algo está cambiando en León. Para bien, evidentemente. Y así debe ser. Los títulos hay que ganarlos día a día.
Sobre las seis y media, la Coral Isidoriana recibe los pasos en la plaza de San Isidoro. Otra plegaria musical acaso insustituible en esta procesión que se afana cada año en demostrar su buen hacer en la semana más efímera del año. No se pierdan la forma de pujar de estos hermanos y hermanas que acompasan sus evoluciones a las de la música. No se desesperen por la lentitud de la procesión. Esta cofradía no tiene prisa. Y así debe ser. ¿Acaso no corremos demasiado el resto del año?. Las arterias del Húmedo serán sevillanas. Respiren el incienso a bocanadas y estén dispuestos casi a acariciar los Pasos. Quizás la capilla del Cristo de la Victoria sea un buen lugar para despedir este cortejo aunque quien quiera acercarse otra vez a Santo Martino encontrará un adiós casi sin gente, con una tenue luz y probablemente absolutamente distinta a las que estamos acostumbrados.
Quien prefiera saborear la otra Semana Santa, la de los silencios, la de los rezos quedos, la de las maneras antañonas, debe ir a Carbajalas a las siete en punto. Allí, una vez recorrida una plaza del Grano absolutamente vacía, puede saborear los rezos de las benedictinas que esa tarde ceden la presidencia de su casa al Cristo de la Redención que les esperará en besapié. El canto y rezo de las Vísperas servirá, sin duda, para olvidarse del tiempo y del espacio. Quien no apague su móvil -”o no lo mantenga en silencio-” podrá ser condenado hasta la eternidad.
Con las estrellas ya encima, San Claudio nos espera sobre las once de la noche. Por ese barrio, la Cofradía del Santo Cristo de las Bienaventuranzas celebra un Vía Crucis cuya despedida y rezo de la última estación merece conservarse en la memoria. No es preciso que yo les narre lo que sucederá. Siéntense en un banco de la iglesia. A ser posible de los últimos. Y con los cuatro de los cinco sentidos que tenemos déjense llevar por las sensaciones...
El del gusto lo dejaremos para, ya de vuelta a casa, probar quizás, la segunda o tercera limonada de la noche. Si se sigue el paso de todos los cortejos, ni siquiera se tiene tiempo casi para olerlas. Pero no importa. S eguro que se van a sus casas con buen sabor de boca.