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Maese Revenga se doctora

El mantenedor convierte la Ronda en una sensacional clase de historia

Las antorchas de los hermanos del Desenclavo dieron un color especial al acto.

León

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Un minuto antes de la medianoche y a 4º de temperatura, la ronda hizo acto de aparición a los sones de la carraca, la matraca, el clarín y el tambor destemplado. Cerca de 200 personas acompañaron al mantenedor en su caminar.

Revenga comenzó su intervención con una declaración de intenciones sobre el acto: «En él no busquéis luces ni oropeles, ni siquiera cornetas o timbales. No se atisban más pasos que los que demos todos los presentes, pero a pesar de estas características o acaso precisamente por ellas, este paseo por la historia y la poesía es un momento mágico, al menos para el que les habla».

Dedicó un recuerdo emocionado a Luis Pastrana, que da nombre a la Ronda. «Él estará, sin duda, atajando con una capa sobre los hombros y apuntando los detalles en su memoria para luego narrarlos».

«Si al acabar la noche he conseguido que alguien sueñe -“si quiera sea un poco- habré conseguido mi objetivo y podré irme para casa con la buena sensación del deber cumplido-¦», comentó antes de encaminarse hacia la Catedral.

Ante la Pulchra Leonina rememoró un episodio del Jueves Santo de 1521. «La incipiente España se dividía entre los seguidores de la legislación del Viejo Reino de León recogidas en el Fuero Juzgo y Fuero de León del año 1020 y quienes negaban el pasado y defendían una Castilla sin leyes, regida por los concejos comuneros». En una refriega se toparon con la Cruz de Guía de la Procesión de Disciplinantes, sin reparar en que al crucífero lo patearon dejándolo maltrecho en el suelo prácticamente sin vida.

A renglón seguido relató la historia del Locus Apellationis, «dos pequeñas incursiones en la historia porque en demasiadas ocasiones los leoneses olvidamos lo que fuimos».

Hubo un homenaje también para el Convento de las Madres Franciscanas Descalzas. «¡Cuántas obras han hecho las Clarisas para nuestra Semana Santa!».

«¿Quién no ha llorado en Landázuri al paso de alguna procesión por el convento? ¿Quién no ha soñado con rasear esta calle como antaño a golpe de silencios y de horquetas?», se preguntó el letrado. A continuación, relató el Jueves Santo de 1642, cuando el cortejo del Nazareno llegó a la altura de la señora de Villagómez y su hija. Tras ser reñida dos veces, creyendo que fantaseaba cuando decía «¡Alguien anda conmigo!» la procesión retomó la marcha y entonces la muchachita fue literalmente arrastrada por la soga del Nazareno, que había quedado prendida bajo sus ropajes. «En el año 2002 el Cordón del Milagro fue sacado en procesión, llevándolo al cuello Nuestro Padre Jesús Nazareno de la Cofradía homónima. En el año 2003 hizo lo propio El Dainos de la Cofradía del Silencio. Si queréis que os diga lo que más me impresionó de esos eventos fue ver la caja donde las monjitas conservan la reliquia y el cariño y la devoción con que lo entregaron a ambas cofradías».

En el Arco de la Cárcel recitó ¡Ay León, ciudad callada! y recordó la historia del Acto del Perdón, a cargo de la cofradía del mismo nombre, que puso en marcha el indulto en 1965. «Los últimos años de la Dictadura no quisieron ser generosos con estos actos y afortunadamente, en el año 1998, se recuperó la tradición».

La Real Colegiata de San Isidoro, penúltima parada, avanzó el principal acto del Sábado Santo. «También frente a esta Puerta, los hermanos desenclavadores nos trasladan al pasado. Con mimo se acercarán a la Cruz y descenderán a Cristo que representa, sin duda, a todos los que durante nueve días han transitado por nuestras calles acariciados por los hombros de los leoneses».

Para el final quedó el regreso a Santa Marina: «Nos hemos detenido conscientemente ante cinco puertas. En León habrían de dejarse muchas más puertas abiertas. Se precisa mucho más trabajo generoso para enamorar a cuantos nos visitan y a cuantos -“cada uno desde nuestra responsabilidad- hacemos Semana Santa».