¡Todo es Semana Santa!
Una plaza vacía
que deprisa se ataja,
una ilusión constante en un empeño,
una fe desgastada.
Muchas noches de insomnio,
de vueltas en la cama.
Una luna radiante que sonríe
y se va con la escarcha.
Una vida que quiere
seguir en la distancia
soñando cada paso en un instante:
todo es Semana Santa.
Una madre que llora
sin saber lo que pasa.
Un corazón abierto, muchos sueños
cargados de nostalgia.
Un beso agradecido,
una flor marchitada,
muchas manos tendidas para siempre,
el roce de las andas.
Y las promesas que nunca se desean:
todo es Semana Santa.
Las estrellas que sienten
que ellas ya no son nada
y el tiempo que va yendo inexorable,
pues no tiene parada,
como la vida misma
cuando la muerte llama.
Y al levantar los ojos,
un niño que se pierde en la distancia.
El calor de un abrazo,
el sabor de una taza
cargada de humeantes ilusiones:
todo es Semana Santa.
Una voz que susurra,
otras muchas que cantan,
cientos de manos negras y de cuero
que se rozan amargas.
Una corneta que abre
una noche muy larga
cuando las piedras, solas otros días,
están acompañadas.
Y en los sueños se escucha
una voz desgarrada
que va diciendo a gritos en la noche:
¡Todo es Semana Santa!
Una capilla abierta,
antaño abandonada
y que ahora rebosa penitentes
con el alma descalza.
Un pedestal vacío,
el incienso que abrasa,
una Virgen que se acerca doliente
por la vieja muralla.
Y un Cristo abandonado
todo un año en su casa;
mas una primavera lo convierte
todo en Semana Santa.
Cuando llegue mi hora,
y la vida se vaya
acercadme una rosa que haya ido
por las calles y plazas.
Entonces, si la muerte tan vacía,
no acabara en la nada,
también la soledad fría y eterna
será Semana Santa.