| Jorge Revenga
Sábado Santo, el agua no apaga el fuego-¦
Estoy seguro que aun estarán escuchando tambores en sus cabezas. Y que recordarán los miles del personas que invadieron Santa Nonia ayer mismo. Estarán todavía evocando los veintitrés pasos que salieron el viernes desde esa pequeña iglesia casi olvidada el resto del año. Pues les invito a presenciar lo que parece un milagro. Acudan hoy sobre la una de la tarde. Nada les recordará lo que vivieron ayer. Todo estará en su sitio. Absolutamente limpio. ¿Hubo ayer procesión? No una sino dos. Y majestuosas. Pero los montadores de Angustias y Jesús, con un derroche de esfuerzos y de amor a sus cofradías, han vuelto a conseguir ese milagro que hace que lo de ayer, solo parezca un sueño. Hagan la prueba. Si no es así, la ronda de limonadas -“una de las últimas-” la paga quien escribe estas líneas.
Es probable que, ante los momentos tan intensos vividos el Viernes Santo, no quieran más que quedarse con esos recuerdos y renieguen de ver más actos. Pero, desde mi punto de vista, se equivocarían si lo hicieran. Porque el Sábado Santo aún nos quiere regalar muchas emociones y a buen seguro, más sonrisas de las habituales.
Este sábado, la siesta -”a pesar del cansancio acumulado-” no puede ser demasiado larga. La Cofradía del Desenclavo inicia su estación de penitencia principal a las cinco menos cuarto de la tarde. Su salida del Colegio Leonés -”quizá poco estética por el lugar de partida-” nos acercará muy pronto a Landázuri, frente a la Clarisas. Y si ayer, las madres cantaron al paso del Nazareno, hoy entonarán una salve a María Santísima del Desconsuelo que, seguro, llevará una rosa en su mano izquierda como queriendo ofrecérsela a la ciudad y a esas hermanas del ora et labora que permanecen en el mismo lugar desde 1605. Es uno de los últimos momentos de silencios, de raseos y casi estoy por apostar que por las mejillas de más de una hermana -“y de algún papón de acera-” resbalará alguna lágrima.
Cada vez son menos los ecos de las polémicas con los trajes de las bandas en procesión -”al menos en las cofradías jóvenes que denotan, sin duda, inteligencia-”. Esa tarde la Agrupación Musical La Cena, hará aún más grande ese cortejo que cada día que pasa, enamora a más gente. Y es que, para ser justos, el envoltorio no importa. Lo que debe exigirse es calidad musical. Y la Cena -“ya lo habrán comprobado-”está sobrada de ella.
Sobre las seis y media de la tarde, la Puerta del Perdón isidoriana será el espléndido escenario donde se lleve a cabo el inmemorial acto del Desenclavo de Cristo. Porque esta cofradía lo que ha hecho con éste -”y con muchos de sus gestos-” es traer de la memoria lejana la semana santa del pasado. Ya en 1450 se celebraba este acto en la ciudad de León. Mientras los hermanos desenclavadores bajen a Cristo muerto de la Cruz, la hermanas que portan a la Virgen, cantarán, a la leonesa, La Adoración de las llagas con manifiesto soniquete nasal y arrastrón. Saboreen esos momentos en completo silencio. Estoy seguro que quedarán impresionados. El crucificado (del leonés Manuel López Becker), se convertirá en yacente; una Piedad, se incorporará al cortejo bajo la cruz vacía; las bandas, tras el acto, volverán a marcar el ritmo de procesión; todos, quedaremos asombrados. León, el sábado Santo quiere ser hermano del Desenclavo, desea vestir de púrpura.
Con Cristo muerto, es imposible que La Soledad se quede en su casa. Los hermanos de Jesús Divino Obrero, con el cariño de siempre, nos la acercarán por nuestras calles. Las queridas «Tres Marías» no pueden faltar a la cita sabatina. Su subida a la Catedral, o su paso por Plegaria nos asombrarán. Allí hará una ofrenda foral en la capilla del Cristo de Afuera. Esa tarde el blanco y el morado de los hermanos del Ejido nos estarán convocando -”sin mediar palabra-” para que acudamos a su acto principal en la mañana del Domingo. Así será. Seguro. Prometeremos no faltar a la cita con la resurrección.
Pero no acaba ahí la jornada. Al fin y al cabo, al tercer día resucitó. Por eso los hermanos de la Cofradía del Santo Sepulcro-”Esperanza de la Vida, nos llevan el agua y el fuego. Nos anuncian el misterio de la resurrección. Nos acercarán a la celebración de la Vigilia Pascual. Nos mostrarán a un Cristo a punto de resucitar y a otro -”que al fin y al cabo es el mismo-” descendiendo a los infiernos como nos dice el Credo de los Apóstoles . A su paso por San Martín o por las Concepciones -”las madres que acogen al Santo Cristo Esperanza de la Vida durante el año-”, ambas iglesias recibirán de manos de la Maestre el fuego que alumbrará la oscuridad, que convertirá las tinieblas en luz. Este año, con un nuevo recorrido, la procesión se hará más cercana. El barrio de San Froilán no invitaba a la meditación. A buen seguro que su paso por Teatro o Rua merecerá la pena. Empeño mi palabra. Por primera vez, estos hermanos que traen recuerdos de la antiquísima Cofradía de Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén, se unirán a la Vigilia Pascual en la Catedral.
En fin. Otro Sábado Santo. Otro día en el que las bandas han marcado nuestros pasos. En el que el incienso ha aromado las calles y también, por qué no decirlo, un día triste -”en sentido figurado-” para muchos. La Semana Santa se está desvaneciendo. La gran celebración primaveral de León se nos ha ido casi de las manos, como el agua, como el humo que causa el fuego. Un fuego -“que hemos sentido en el corazón a lo largo de nueve días-” que no podrá apagarse nunca con agua. Los hermanos del Santo Sepulcro están evocando el fin, y por supuesto, el principio.
Así debe ser, al fin y al cabo.