Diario de León

| Jorge Revenga

Domingo de Resurrección, la semana se escapa

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Jorge Revenga
León

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Es probable que muchos remoloneen en su camas. Los más, por cansancio acumulado; otros, porque sueñan con que el reloj se detenga. Solo cuando vuelvan a la realidad, se levantarán y pensarán para sí lo poco que ha durado este semana de diez días. Las muchas emociones que han sentido a ritmo de marcha se han escapado hacia el cielo como el incienso, tan rápido como lo harán las palomas que anunciarán la resurrección de Cristo esa misma mañana.

Los hermanos de Jesús Divino Obrero -"quién lo diría cuando llevan ya dos procesiones a sus espaldas y muchas horas robadas al sueño -" levantan su barrio a las 8, 30 de la mañana -"algunos mucho antes-". Los alrededores de la Iglesia que da nombre a la Cofradía, se llenan de túnicas blancas, de capirotes morados, de hermanos de las Siete Palabras que los acompañan y de todas las bandas invitadas al último cortejo de la semana. Hay mucha cara de cansancio, acaso de ansiedad y, a pesar de todo, se atisban muchas sonrisas. A las nueve menos cuarto, el Resucitado emboca por la calle dedicada a su escultor para dirigirse hacia la plaza Mayor y más tarde a la de Regla. Las calles casi vacías a esa hora nos convocan a ver un recorrido distinto, en silencio, contando los minutos que nos llevarán hacia la resurrección. Los amantes de la fotografía tienen unos vistosos planos. Se lo aseguro. Viajarán solos por una ciudad callada, silenciosa, como si no quisiera despertar -"de momento-" al que enseguida resucitará.

Los otros, una Cruz vacía ( de la Esperanza ), San Juan y las «tres Marías», con fuerte ritmo de tambor, se acercarán sin embargo hacia la Seo por San Pedro. También estos hermanos respiran con ansiedad bajo sus capillos. Y aunque falte muy poco para el Encuentro, la procesión parece caminar a un ritmo más lento del habitual, como remqueando.

A las diez en punto de la mañana (minuto arriba o abajo) todos formarán en la de Regla. Hermanos de las Siete Palabras, de Jesús y de la Hermandad que organiza el cortejo, observan en silencio cómo un hermano de blanco y morado, subido al trono de La Soledad, cambia el luto de la Madre por el blanco. Mientras, un orador irá desgranando un pregón que sabe a tristeza: no hay papón que no sepa que esas palabras serán casi el final de la Semana -"este año el texto lo ha escrito el poeta Máximo Cayón Diéguez-". Pero la historia no puede quedar ahí. Cuando se pronuncien las palabras «Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!», el cielo se llenará de palomas, los capirotes y capillos desaparecerán de las cabezas, la banda de Jesús Divino Obrero tocará la parte final del Himno a la Alegría y todos los pasos se mecerán a ritmo de los tambores encalabrinados.

Tras la misa pontifical, a las 12.30 horas, la última procesión de la Semana, se acerca a su final. Lentamente, resonando las baquetas de Jesús Divino Obrero como si de castañuelas se tratara, nos acercarán a San Isidoro (donde una última «salve» despedirá a la Madre), a San Marcelo a la Ancha -"donde la procesión se llena de sonrisas y saludos-" y muy pronto, hacia su casa de El Ejido.

Allí, entre sonrisas y lágrimas, la semana santa se habrá esfumado sin remedio.

Nosotros empezaremos a soñar. Es gratis y nadie -"de momento-" ha dicho que esté prohibido-¦

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