Diario de León

| Jorge Revenga

Una nube de incienso...

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Jorge Revenga
León

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No me digan que no se lo advertí. Estaba escrito. La Semana Santa se nos ha ido de las manos sin apenas percibirla. Habrán sido diez días, sí. Pero han pasado tan deprisa por nuestros ojos que casi ni siquiera tendremos los recuerdos ordenados para poder saborearlos detenidamente.

Fue a las cuatro de la tarde y en el barrio de El Ejido. La Soledad recibió una saeta que hablaba de resurrección pero como todos los cantos desgarrados, sonó a tristeza. Se encontraba rodeada de sonrisas, es cierto. Si embargo, los ojos no brillaban de la misma forma que cuando se sonríe. Más bien se percibían ecos de nostalgia. Fue un año más. Una ya vieja semana santa que se ha desvanecido con la misma rapidez que la primera nube de incienso que trepó hacia el cielo hace diez días.

La misma Soledad nos evocó el Mercado la tarde de aquel viernes ya tan lejano, cuando la Madre salió rodeada de velas leonesas llevadas por mujeres para cantar su salve. Por nuestra memoria pasaron fugazmente abrazos entre hermanos, aceras repletas de gentío que sonrió a los papones, marchas interpretadas con el corazón para mover los tronos de nuestros sueños. Y pasos en la calle. Saliendo desde las iglesias que el resto del año están semivacías. Y recordamos cantos antañones. Cristos magullados, flagelados y crucificados. Y pensamos en nuestros antepasados, quienes nos llevaron de la mano la primera vez y ya no pueden ver que nosotros también lo hacemos con nuestros hijos. Ni siquiera hemos tenido tiempo para llevarles una flor. Esa que nos dieron al acabar la procesión y que esta misma tarde, ya está ajada y casi marchita. No ha podido ser. Y eso que pensábamos que al impedirnos la lluvia y el granizo enterrar a Cristo, los relojes se pararían. No fue así. Ya lo han visto. Anhelo vano. Pero la vida sigue -“también casi siempre demasiado deprisa-. El hombre puede soñar y por eso acaso sean nuestros sueños los tronos donde debemos montar la próxima semana santa.

Es probable -“como dice el eslogan cameral- que León sea estos días ciudad de Semana Santa. Pero para unos pocos- demasiado pocos, la verdad- la próxima Semana Santa ya ha empezado a correr: en el mismo momento que vimos a la Soledad en tentemozos frente a su iglesia con las almohadillas vacías. En esos momentos -“lo sabemos- la mayoría se olvidarán de la semana y aunque no interese a muchos, para que la ciudad sea, de verdad, lo que desean algunos es necesario que todo pensemos en papón los trescientos cincuenta y cinco días restantes. Es demasiado fácil hacerlo estos diez días. Lo verdaderamente complejo es -de verdad- vivir y sentir la Semana Santa todo el año. Trabajar para esos diez días con la mirada puesta en el futuro, olvidándonos de los colores de las túnicas -“o acaso mezclando todos en una paleta de pintor-, dejando aparte emblemas y pasos, no importando el envoltorio de las bandas -“aunque soñando con la mayor calidad musical-y un largo rosario de asignaturas pendientes de nuestra Semana, entre las que se encuentra una ansiado museo que ya se gestó hace sesenta años sin que, de momento, se haya visto alumbramiento alguno.

Cuando todo eso suceda y pongamos a León en el sitio que debiera ocupar -“la Semana Santa es solo un espejo en el que podrían mirarse otras muchas cosas-entonces, sí será, con honores, la ciudad de Semana Santa que deseamos todos.

Mientras tanto, como dije al principio, nos quedará soñar-¦

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