Diario de León

La lluvia salió al Encuentro

El Dulce Nombre desafía al tiempo, saca Los Pasos y celebra El Encuentro. El Nazareno llevó el emblema de Carlos Rueda.

Los braceros de San Juanín y la Virgen inician el ritual del Encuentro en la plaza Mayor, con miles de personas protegiéndose con paraguas del fuerte aguacero que obligó a recoger la procesión de Los Pasos en ordinaria.

Los braceros de San Juanín y la Virgen inician el ritual del Encuentro en la plaza Mayor, con miles de personas protegiéndose con paraguas del fuerte aguacero que obligó a recoger la procesión de Los Pasos en ordinaria.

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susana vergara pedreira| León
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Quizá no se podía contener la marea de los negros . Simplemente. Dos años seguidos sin salir por culpa del cielo... Quizá había que darle «un poco de esperanza la gente», como argumentaba el viceabad, Pepe Alija. Con la que está cayendo... Quizá, como decía el vice a los seises, podía haber milagro, quién sabe. Y tal vez se produjo. Por dos horas. Suficiente para poner en la calle la procesión de Los Pasos.

A las siete y media de la mañana, después de un aplazamiento de media hora, se dio la orden de montar la procesión. Pasada lista a braceros y suplentes, los pasos salieron de la carpa, del garaje y la capilla y esperaron la llegada de la Ronda, como manda la tradición. Y el cielo, que había jarreado toda la noche y amenzaba con seguir haciéndolo, se abrió, de negro a gris, y dejó que los negros sacaran la procesión de procesiones.

Llegó la Ronda, avanzando hacia Santa Nonia desde casa del abad que no pudo ser. Llegó retirando las nubes, clareando el día. Llegó con más emoción que nunca, pues no iba Carlos Rueda sino sus hijos, Alejandro y Miguel, uno a cada lado del hombre que tuvo que volver a hacer de abad, Fernando Salguero. Improvisando un ritual que no estaba escrito, pues es la primera vez en los 500 años de historia de la Semana Santa de León que una cofradía pierde a su abad.

Llegó la Ronda hasta la puerta de Santa Nonia y ante el Nazareno llamó por última vez a la procesión y fue cuando Salguero y Miguel, el hijo pequeño de Rueda, se fundieron en un interminable abrazo en presencia del próximo abad, el futuro , José Manuel De Luis, y la lluvia fueron sólo lágrimas. En el interior de la capilla, el seise del paso, Pablo San José, colocó sobre la túnica del Nazareno el emblema que se entrega al abad el día de la jura. Y fue así como Carlos Rueda, su recuerdo, fue en la procesión. En la andas del paso de los Pasos, se abrió hueco para que los hijos del abad fallecido pujaran la imagen venerada. Sonaba Ayúdale con la Cruz .

Al menos, llegar a la gasolinera de San Francisco, ese era el objetivo. Y el temor también, pues la estación de servicio marca el punto de no retorno y llegado el Nazareno a su altura sólo queda seguir. No se puede desmontar en minutos una procesión que tarda en pasar cerca de hora y media. Y llegó y siguió, pues se negaba a llover. Pero apenas embocados los pasos en la plaza Mayor, apenas La Oración en el Huerto había ocupado su sitio para El Encuentro comenzó a chispear mientras el Nazareno subía aún la cuesta de Carbajalas. Pero en la cuesta de Castañón el agua era ya lluvia y, casi inmediatamente, casi diluvio. En la plaza Mayor se abrieron miles de paraguas pero nadie se movió. Las manolas aguantaron el aguacero sobre sus tacones y los braceros en las andas. Y en la plaza, León en pleno vio como todo se empapaba. Pero hubo Encuentro.

Con el último aplauso, las bandas redoblaron tambores y la procesión se retiró en ordinaria. Y la marea de los negros fue marea más que nunca.

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