Angustias, soledad e incomprensión
La decisión cayó como un jarro de agua. Porque no caía ni una gota sobre Santa Nonia cuando el abad de Angustias, Manuel Francisco Villadangos, comunicó la decisión. «¡Suspendida, suspendida!», corrió la noticia a toda velocidad por los alrededores de la capilla. Y los rostros de los papones y paponas de la cofradía más antigua de León se transmutaron en angustia, la Junta de Seises y el abad se quedaron solos en su decisión y una sombra de incomprensión se extendió por Santa Nonia. Tardó en llover sobre León. Y eso alimentó aún más las cábalas. «Hubiéramos ido hasta...», «hubiéramos llegado hasta...». «Si los del Dulce Nombre salieron por la mañana...». «Ya, pero aquí son demasiados a mandar». No hubo explicación convincente para la anulación del Santo Entierro. Ni consuelo. Ni siquiera las marchas interpretadas por las bandas para que los braceros pudieran mecer a la Señora, ni el hueco que se hizo a los braceros suplentes para que apoyaran al menos sus manos en las andas. Nada.