La penitencia habita en el termómetro
Pareció por momentos que bailaban un vals. Tras la esquina del Consistorio viejo apareció San Juan. Le respondió gustosa La Dolorosa con la misma cadencia, con el mismo encanto, con idéntica suavidad. Y por un instante se detuvo el tiempo. Fueron los movimientos acompasados y suaves. Se recrearon los dos en presencia del Nazareno porque el sol iluminó la escena con gusto. Tantos años ya ausente. Y hasta la salva de aplausos en la que prorrumpió la masa semejó ser delicada para no desentonar.
Fue a las diez y cuarto de la mañana casi. Más tarde de lo habitual porque en la calle Escurial surgió un hilo en el tendido eléctrico con intenciones asesinas, que no estaba presente cuando se efectuó la ronda del cable, y que primero complicó la vida a La Oración en el Huerto, que luego se enganchó del gallo de la Flagelación y que terminó enroscado en una lanza de La Coronación. Las maniobras para esquivarlo retrasaron a los trece pasos y de ahí la demora.
Hospicio, ya sin la esquina asesina de siempre, resultó un gusto para procesionar. En Las Carbajalas, las tallas y los efectivos del servicio de limpieza mezclaron su devenir en el tiempo, que no en el espacio y en la Cuesta de los Castañones el astro rey regaló sus primeros rayos. El éxtasis de la Plaza Mayor y El Encuentro derivaron la procesión a Mariano Domínguez Berrueta. Más de una mirada furtiva esquivó la boutique erótica de soslayo.
Allá por el 2009, el trompeta principal de Angustias y su contrapunto hicieron una obra de arte del sólo que reserva Bendita tú eres casi para el cierre de su interpretación. Fue aquel año en Cardenal Landázuri. El Viernes Santo 2014 repitió la escena, esta vez ante la Catedral. Un delicatessen para los oídos, que habitualmente se reserva para el Lunes Santo, a la aparición en la calle de la Virgen de Angustias.
La recta que enfila al convento de las Clarisas se convirtió en una clase práctica de raseo y procesión a golpe de horqueta. Y después de Santo Martino y su descanso divino, empezó el infierno. Se disparó el termómetro y por momentos pareció que Amparito hubiera cobrado vida desde el mismísimo escaparate de Hijo de Lesmes. Pero no. Fue una espontánea a la búsqueda de su minuto de gloria, cantando saetas. (Muy desafinadas, lamentablemente)
La muchedumbre
En El Cid la muchedumbre se apropió de la calle y el calor de los gaznates. Salieron de la fuente del parque dos ranas con cantimplora y más de uno bordeó el soponcio (Pilatos). El empedrado martirizó los pies y las quejas los oídos. «Señor, me está aplastando contra la pared», se quejó una espectadora. «Más quisiera usted con ese cuerpo, señora», le respondió el imprecado.
Calle Ancha abajo la riada humana impresionó. Y en las gradas de Botines no cabía un alma. Acierto pleno y caritativo del de la cofradía. Ordoño II, Gil y Carrasco y Burgo Nuevo, un hervidero y un dilema. ¿Recortar en el futuro ese tramo de la procesión, en favor de los braceros que ya van muy tocados a esas alturas, o dar espectáculo de primer nivel a miles de leoneses apostados en las aceras? No es fácil tomar una determinación.
Por San Marcelo, con trazado nuevo y agradecido, el Cristo de los Balderas salió a saludar su himno interpretado por Las Siete Palabras, que viajaba delante del Ecce Hommo y el otrora ritual de procesionar por la Rúa se convirtió en una penitencia, con 27 grados en el termómetro y seis horas de puja a las espaldas.
En el parque de San Francisco volvieron el aire y la melancolía. Las ganas de llegar al año próximo cuando no había terminado el actual. Y en Santa Nonia asomó más de una lágrima escondida. Mejor que llore el papón y que no lo haga el cielo.