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León

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Se han ganado su lugar en la Semana Santa. A pulso. A hombro. Se lo han ganado los azules de la Bienaventuranza, que hoy alzarán sus pasos al cielo para hacer sombra a los colores de su túnica. Se lo han ganado las mujeres de María del Dulce Nombre, a las que la ciudad llama las ‘Marías’ y ellas lo aceptan, verde y negro, rigor y esfuerzo. Se lo han ganado sí, aunque haya quien aún dude y corra paternalista por si tuvieran algún tropiezo, por si cayera un Cristo al suelo, por si, ay, no pudieran con el paso. Como si 25 años y milenios de historia no avalaran su poder. Tienen sitio los del Poder, los de la pasión plateada, en expansión, cuidando su herencia, sus papones, sus filas, haciendo patrimonio y fe. Se lo han ganado los del Desenclavo, que hoy, a puerta casi cerrada, enclavarán a su Cristo a golpe de martillo y emoción. Lo tienen, claro, los de Santa Marta y la Sagrada Cena, que esta tarde ponen en la calle el gran paso de Víctor de los Ríos, la cena en la que durante décadas los leoneses reconocieron a algunos de sus vecinos, todos menos Judas, al que el imaginero dio la cara de un preso. Lo tienen los de las Siete Palabras, que han recuperado ya para siempre el pregón a caballo, un viejo rito que recuerda que la ciudad fue reino de gestas y caballeros. No digáis que no, que no se lo han ganado.

Lo tienen los del Genarín, lo reconozca o no una parte de León, con sus versos satíricos, sus críticas al poder establecido, sus andanzas rememorando la vida y milagros de un pellejero borrachín que malvivió y fue engrandecido a su muerte porque quiso la casualidad, y un accidente, que muriera la noche de un Jueves Santo. Lo tiene, haya o no botellón. Aunque digáis que no.

A pulso, historia y hombro lo tienen los del Nazareno, la cofradía y sus braceros, que se lo ganaron el Lunes Santo por la calle Ancha, enlazando cuatro marchas sin bajar el paso. Lo harán hoy, en la saca por el día, velando la noche entera a golpe de tambor, esquila y corneta, a golpe de voz sólo con ocho palabras, transmitidas de centuria en centuria, sólo ocho para recordar a León que esté alerta. Se escucharán por primera vez en la barrera entre la noche y el día, cuando el Jueves Santo cambie de nombre. Cuando den las doce, ocho palabras retumbarán en León: «Levantaos, hermanitos de Jesús, que ya es hora». Y lo harán mañana, cuando pongan en la calle la procesión de las procesiones. Y no digáis que no.

Buscadme hoy detrás de una banda. De la Bienaventuranza, o del Poder, de Angustias o de Jesús. Siguiendo una marcha nazarena, acoplando el corazón al redoble de un tambor. Id a su paso, dejad que sus sonidos os guíen por esta Pasión de León.

No digáis que no. Que León no es hoy Ciudad de Semana Santa. Hoy, que es día largo en la ciudad. De procesiones y de rondas, de velar y no dormir. Hoy, que es largo el día en la ciudad que, sin acabar, ha vuelto a empezar.

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