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La descoordinación en el Entierro abre una crisis en la cofradía de Minerva

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León

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Susana Vergara Pedreira | León

Parecía el momento perfecto para sacar la procesión. Había bajado el calor asfixiante de la mañana y soplaba una ligera brisa, pero no. La Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz no pudo sacar completo el Santo Entierro. La Amargura, una de sus tallas emblemáticas, se quedó en casa. La cofradía no logró reunir braceros suficientes. Ya se había apreciado el Miércoles Santo, en su otra procesión, cuando quedó en evidencia que apenas tiene braceros suplentes. Tampoco hermanos de fila. La edad de los paponines no permite asegurar el relevo generacional.

La descoordinación en el Santo Entierro era evidente el Viernes Santo ya a las seis y media de tarde, la hora a la que los braceros estaban citados en el patio de las Carbajalas y la carpa instalada en la Plaza del Grano. La lista de la Amargura empezó a pasarse quince minutos antes de que arrancara la procesión, tiempo insuficiente para encontrar soluciones. El viceabad, el encargado de sacar la procesión, el abad y el juez de penas fueron incapaces de encontrar braceros suplentes en otros pasos. Entre otros motivos porque apenas hay. Tampoco tuvieron recursos para sacar un grupo de braceros de otros pasos y llevarlo a la Amargura porque ya estaban en la calle y muchos ni se enteraron. Y tampoco los hubo para acudir al auxilio de otras cofradías, ente ellas las otras dos histórica, Angustias o Jesús. En la calle, al paso de la procesión, braceros del Gran Poder y la Bienaventuranza, que ya habían concluido su Semana Santa, se ofrecían espontáneamente para ayudar a Minerva.

La orden del abad de sacar a la Amargura a la calle aunque era ya patente que no se podía con ella enfadó a los braceros, que tuvieron que meter, entre lágrimas e indignación, la talla a toda prisa en la carpa, a unos metros de la salida, ante el peligro de que la Virgen del siglo XVII acabará en el suelo. En la carpa hubo voces. Los braceros recibieron una cerrada ovación en la calle.

La cadena de decisiones erróneas y la gestión de la cofradía ha abierto una crisis en Minerva, que se sucede a la del año pasado, cuando una disputa interna provocó el abandono de sus músicos y la cofradía ya no tiene banda propia. Además, ha resucitado la polémica sobre la prohibición de que pujen las mujeres pese a que son hermanas de pleno derecho con carta de pago. Sólo pueden salir de manolas.

Algunos braceros exigían ayer al abad que rindiera cuentas de su gestión y de la bajada de hermanos en la cofradía.

Junta de incidencias

Minerva celebrará una junta de jncidencias para analizar la situación de la cofradía y plantear soluciones, entre ellas aligerar los tronos o recortar el recorrido. El abad, César Benítez Bardal, asegura que no está sobre la mesa la puja mixta, con las mujeres. Es, justifica, decisión de la junta general.

Al término de la procesión, Benítez informó al obispo y a los representantes del Ayuntamiento, que es patrono de la única procesión oficial de la ciudad. El abad, que se reunirá con los braceros de la Amargura, aseguró ayer que fueron los braceros los que se empeñaron en sacar a la Amargura y que en su decisión priorizó la seguridad de los papones. «No hay patrimonio más importante que el humano», dijo. El abad achacó el declive de Minerva a la «falta de compromiso» y la «ausencia de fidelidad a las tallas que antes sí existía y que sólo mantienen los braceros históricos». Los braceros, el viernes a gritos, le exigieron «que haga cofradía».