El riesgo de morir de éxito
Los actos convocados por las cofradías tratan de cumplir con rigor las medidas sanitarias pero provocan un efecto llamada que genera a veces importantes concentraciones de público
Para asistir a los 14 actos que este pasado fin de semana convocaron las cofradías de Semana Santa había que firmar al menos tres declaraciones de responsabilidad en la entrada y tomarse la temperatura en otros cuatro escenarios como mínimo. A priori, las restricciones sanitarias y las medidas decretadas para hacer frente a los contagios de la pandemia, se están aplicando debidamente por parte de las cofradías. Esa es la intención. Pero no basta.
Las grandes concentraciones de fieles y público en general que acuden a cada uno de estos eventos suponen indirectamente un riesgo para la salud de la población. La organización de los actos se hace con la mejor de las voluntades, pero no deja de ser un contrasentido. En un escenario polarizado, donde las manifestaciones religiosas tienen opositores cada vez más beligerantes en los argumentarios, la situación de estos días sirve para cargar de contenido a las corrientes contrarias.
Para los adeptos a la Semana Santa ya es el segundo año sin procesiones. No es algo a lo que escape el resto de la población, las restricciones son universales. Es evidente que el gusanillo de la puja está en el ánimo de los papones. Pero por encima de las devociones están las obligaciones. Y ahora mismo, la primera es salvaguardar la salud de la población en general.
Hay tres actos convocados para hoy Martes Santo. Siete para mañana Miércoles Santo, trece para el Jueves Santo, siete para Viernes Santo, seis para el Sábado de Gloria y uno para el Domingo de Resurrección. Son 34 llamadas a concentrar población. Quizá merecería una reflexión.