Y la Amargura se convirtió en alegría
Minerva retrasó la saluda de la procesión pero desafió al tiempo y sacó con ganas la comitiva por el Barrio Húmedo
Piedad, Soledad, Amargura... Una palabra que ayer se convirtió de inicio en la mejor descripción del nerviosismo y hondo pesar que reflejaban las caras de los braceros de la Real Cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva y la Santa Vera Cruz al ver cómo las inclemencias del tiempo podían aguar sus expectativas de procesionar a su Virgen de rostro bellísimo y piadoso.
Al final, seguramente por intercesión divina, el cielo dejó de manar agua y la decisión fue salir a las 21.15 horas entre una marabunta de gente agolpada en la plaza del Grano que desafió la bajada cruel de los termómetros para contemplar un año más la procesión de la Virgen de la Amargura y sus siete pasos. El cortejo lo abrió el magnífico Lignum Crucis y su reliquia de la cruz de Liébana entre una marea de capillos negros y decenas de manolas. El himno de España de fondo. y la banda de Jesús Divino Obrero Tras él, el Santo Cristo Flagelado del Amparo y la Caridad enfiló Juan II bajo los hombros de sus braceros, que sentían lo que significa una buena puja tras haberla dado por perdida. Nuestro Padre Jesús de la Humillación y la Paciencia, Nuestro Señor Jesús de la Salud, el Santo Cristo del Desenclavo, Nuestra Señora de la Veracruz... Todo acompasado, todo como si fuera un regalo inesperado. Respondió y de qué manera Minerva al reto de poder pisar las calles. Con cada paso, decenas de braceros suplentes acompañaban, mostrando las ganas que había en la sacramental de sentirse papones. Cerró la marcha la Virgen de la Amargura, en gesto de súplica. Así que el Miércoles Santo se volvió a teñir de negro, como negra era la noche oculta por los nubarrones, de la mano de una de las cofradías más antiguas de la ciudad, que hunde sus raíces en el siglo XVI. Esta procesión se hizo su hueco en la mitad de la semana de pasión y desplazó su salida desde San Martín al entorno de Las Carbajalas.