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La cofradía de las Angustias y Soledad tuvo que proteger a la Virgen de las Lágrimas y recortar el recorrido del cortejo

Un manto de plástico para la Virgen

Está claro.El tiempo no acompaña. Los papones se lamentan de lo mal que viene, con días de mañanas soleadas y tardes, que so

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León

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La lluvia otra vez protagonista. Los crespones negros en la capilla de Santa Nonia daban la triste bienvenida a la procesión del Dolor de Nuestra madre en su inesperada vuelta. Esto se hizo extensivo a la mayoría de los hermanos que marchaban a casa a mitad de procesión con la cara bastante larga. Y es que a los de Angustias y Soledad les cayó un chaparrón de cuidado nada más salir de la capilla de Santa Nonia con los pasos de las tres vírgenes que adornan la procesión del Dolor de Nuestra Madre. La difícil decisión entre quedarse, para proteger los pasos del agua, o salir para satisfacer los deseos de los hermanos suele decantarse a favor de los humanos. Las tallas, aunque preciosas y casi divinas, no tienen poder de decisión. Pudo más ayer la ?devoción? -por no hablar de pecados en tiempo de Pasión- que la razón, al parecer. Sin embargo, en el momento de ponerse a llover como cántaros las órdenes de los seises debieron cambiar de forma repentina. ¿Resultado? Se dio la vuelta en la calle del Burgo Nuevo de regreso a la capilla de Santa Nonia, recortando del desfile el paso por la plaza de San Marcelo, la Rúa, el convento de las Concepcionistas y el paso frente a la iglesia y el jardín de San Francisco. Además, la Virgen de las Lágrimas, el primer paso de la procesión que estrenaba corona, también dispuso de una prenda nueva, un improvisado chubasquero de plástico. Eso sí, un manto plástico colocado con la finura de quienes se encargan de procesionar el paso. Si en vez de las 104 braceras que se encargan de llevar con orgullo a la preciosa talla de Manuel Gutiérrez, son braceros... jamás hubiera ido tan guapa la Virgen protegida de la lluvia. Los hombres tienen menos estilo a la hora de vestir, está claro. Sobre todo porque los dos pasos que llevan -la Virgen de las Angustias del siglo XVI (92 braceros) y la Virgen de la Soledad del XIX (84)- procesionaron al descubierto soportando todo el chaparrón al igual que los demás hermanos y las escoltas de las tallas. Especial mención a las tres guapísimas y marciales cadetes femeninas de la Escuela de Especialistas del Aire de la Virgen del Camino (y también del elegantísimo y apuesto cadete masculino) que escoltaban a la Soledad. «Claro, son expertas en La Virgen», decía un espectador a modo de divertido piropo. En el momento que comenzó a caer la lluvia con fuerza más de uno se pensó si había sido propio salir con lo que parecía que se avecinaba. Una imagen de madera puede rajarse dos o tres años después de empaparse y el coste de la restauración puede ser enorme. La imagen de los cofrades saliendo a mitad de procesión con cara de tristeza y de pena dejaron claro que la congoja invadía a los hermanos de la cofradía más antigua de León. El tiempo no acompañó, pero no es algo que haya pasado por primera vez en tantos años de historia. El año que viene tendrán ocasión de lucir a sus Vírgenes de nuevo.