Diario de León

Angustias y Soledad sirvió potaje a más de 2.000 personas en La Bañeza

Tradición en cazuela

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Alberto Domingo - La Bañeza
León

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La Bañeza celebró un año más la fiesta del Santo Potajero -«Potajerín» le llaman algunos en tono cariñoso- invitando a bañezanos y extraños al tradicional guiso de garbanzos con arroz y bacalao. La tradición, que arranca de 1615 -fecha de la santa regla de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad-, obligaba a la hermandad a dar de comer, por Pascua de Resurrección y Pentecostés a los pobres «una olla de vaca y carnero y algún principio conforme al tiempo», según se lee en documentos centenarios. El caso es que hoy una tradición de cientos de años se traduce en más de dos millares de tarteras, que, portadas por sus propietarios, pasan con orden por el patio de la capilla de la Cofradía de Las Angustias y Soledad, donde caben el cocido y una declaración de Fiesta de Interés Turístico Regional _concedida hace ocho años_, para luego, en casa, en la explanada de El Salvador y este año, tras su reapertura, en El Jardinillo degustar su aroma picante con los amigos y una buena limonada casera. Doscientos kilos de arroz, ciento ochenta de bacalao, diez de pimiento, doscientos de naranjas, doscientas barras de pan _que se cortan en seis o siete piezas_ y entre setenta y ochenta cajas de pastas _datos facilitados por David González Falagán, juez presidente de la cofradía_ se han utilizado este año en la elaboración del potaje, sin contar el ajo, el perejil y los porretos. La faena comenzó antes de la salida del sol, a las cuatro de la madrugada, aunque sería injusto omitir que en la preparación del acto se comenzó el pasado viernes. Como una docena de cofrades y mujeres trabajaron con esmero junto a las enormes ollas, bajo la atenta supervisión del juez, cuyo fuego se enciende junto a uno de los muros del patio, negro ya de tantos potajes. Las coronas de los niños Antes de comer, la talla del potajero, pequeña y entrañable sale a hombros de los niños cofrades, con la banda de la hermandad anunciando a todos que pasa el pequeño Cristo con su cruz a cuestas. Los chavales no utilizan capirote ni capuchón, sino corona de cordel o romero, al estilo de la que antaño usaban los hermanos, que era de esparto. Luego se impuso el cucurucho con velo. Un hecho curioso es que, con temperatura agradable o frío, no es frecuente que la lluvia estropee el día del Potajero. Según David González, «estamos cubiertos bajo el manto de la Virgen, de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad», razón suficiente para que se alejen las nubes, que ayer llegaron a La Bañeza a media tarde. Acabado el desfile con la Salve, comienza el paso de tarteras, fiambreras, cazuelas y cacharros de barro. La legumbre y el arroz, como siempre, se sirve con enorme cucharón o con jarra de plástico, el bacalao, con la mano. Cerca de dos horas lleva el reparto. La popular comida del Miércoles Santo da paso a los días fuertes de la Pasión, de corneta, tambor, túnica e imaginería.

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