Diario de León

Las cofradías de ayer procesionaron sin que cayera una gota de agua

La lluvia al fin perdonó

El Miércoles Santo es día de pena cristiana, pero ayer lo fue de alegría cofrade. Al fin se pudo procesionar sin mirar al cielo por culpa de la lluvia, por lo menos a la hora d

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León

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La cofradía de Minerva y Veracruz sacó siete pasos por el casco antiguo de la ciudad. Una de las cosas que es de admirar es el buen hacer de los braceros llevando los pasos a través del empedrado ondulado de la plaza del Grano. «Es que me está matando este empedrado, podrían cambiarlo», decía desconsiderada una señorona porque llevaba tacones sin fijarse en que si es complicado andar en solitario por la plaza, llevando un paso tiene que ser un puro suplicio. Siete pasos, siete. La procesión de la Virgen de la amargura se abre con el Lignum Crucis (una cruz del siglo XVII de factura anómima) que es el vestigio de la cofradía dedicada a la Veracruz. A la hora de entrar en la calle Mariano Domínguez Berruela los braceros se lo tomaron por las bravas y casi golpean el mástil horizontal de la cruz con las paredes de la calle. Le seguía el Santo Cristo Flagelado, sobre un precioso trono tallado al igual que el coro y la sillería de la Catedral y la imponente figura del cristo Nuestro Padre Jesús de la Humillación y la Paciencia. «Menuda mirada que tiene», indicaba un espectador a su novia. «Sí, y además con ésta luz crepuscular ¡qué expresión tiene en la cara! Impresiona», le contestaba. Después iba otro nazareno, Nuestro Padre Jesús de la Salud, que daba paso a la figura más importante que procesionó ayer Minerva y Veracruz: el Desenclavo. El Desenclavo es un cristo del siglo XVI de autor anónimo que se llama así porque se puede desmontar. El conjunto, con un trono limpio y sin excesiva decoración y con cuatro enormes hachones de vela en cada esquina que le confiere una imagen de crudeza impresionante, tiene una adustez y una seriedad notables. Por último, quedaban las dos tallas de la madre de Jesús. Los braceros de la Virgen Dolorosa, de Víctor de los Ríos, pasaban con cuidado por las estrechas calles del Barrio Húmedo. Mientras, las trompetas de la Banda de Minerva y Veracruz gemían con sus agudos y los tambores golpeaban con doloroso ritmo. Por último, y cerrando el cortejo, pasaba cansina la Virgen de la Amargura, una talla anónima del siglo XVII que muestra una impactante estampa. Recogida en su manto negro, y cogiendo entre sus manos un rosario, la imagen va destilando el dolor de una madre que ve como su fruto se perdido para los hombres, ignorante aun de que salvará a la humanidad. Eso sí, mientras los papones se dedicaban a mostrar a los espectadores cómo se ha de procesionar, la gente que los contemplaba se dedicaba también a completar su particular procesión por el Barrio Húmedo, con paradas en los bares a modo de via crucis turístico. De vinos, claro.

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