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La Sagrada Cena congrega en el centro de la ciudad a una muchedumbre

Pasión compartida

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A.G.P. - León
León

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Como testigo, la Pulchra. Como protagonista, el paso de la Sagrada Cena, con los doce Apóstoles y Cristo en su último encuentro antes de que el Hijo de Dios fuera prendido por los romanos. El obispo de León, Julián López, bendijo minutos antes de la ocho de la noche los panes que acompañaron durante el cortejo a las imágenes del emblemático paso del escultor Víctor de los Ríos. La procesión de la Sagrada Cena partió de la plaza de Regla con miles de espectadores acompañando los primeros pasos. La muchedumbre creció aún más en el triángulo comprendido entre Botines, la iglesia de San Marcelo y la plaza de Santo Domingo. Según los fieles seguidores de esta procesión de la Hermandad de Santa Marta, se trata del mejor lugar para contemplar el cortejo más emblemático del Jueves Santo en la capital. Abriendo la marcha procesional, papone pequeños y mayores con la cruz y el incienso, acompañados por escoltas de gala de la Policía Local. Antes de llegar el primer paso, la Unción en Betania, un reguero de hermanos de fila de Santa Marta y Jesús Divino Obrero inundaron las abarrotadas calles con sus túnicas blancas y rojo sangre, los primeros, y de terciopelo morado los segundos. Tras la Unción en Betania, las samaritanas, con sus letanías y atributos eucarísticos. Ataviadas con sus peculiares túnicas blancas y tocas del mismo tono, siguieron el cortejo en su formación característica y un ritmo diferente al del resto de los hermanos. Después llegaron los pasos de la Casa de Betania y el Lavatorio. Este último paso pujado exclusivamente por mujeres. Cerrando la procesión, la Sagrada Cena. Obra cumbre Víctor de los Ríos, arrastrada por ruedas ante su elevado peso, (ocho toneladas) estaba escoltada por guardia de gala. Quietud y majestuosidad que siempre dan la impresión de viveza ante el realismo de las imágenes, concebidas por el escultor en la década de los cuarenta y que procesionó por vez primera por las calles de la ciudad en 1950. Los prácticamente dieciocho grados que el termómetro marcó desde el atardecer hasta bien entrada la noche contribuyeron a que leoneses y turistas se lanzaran a la calle a contemplar, sin el agobio del paraguas, las procesiones del Jueves Santo. Además de las bandas de Santa Marta y Jesús Divino Obrero, músicos de Santa María del Páramo acompañaron la procesión durante su largo recorrido por el Ensanche de la ciudad. La banda femenina de la Hermandad estrenó uniformes de gala, además también desfiló por vez primera el guión para el paso de la Sagrada Cena. Tras alcanzar la plaza de la Inmaculada y realizar la vuelta de rigor, el cortejo embocó Gran Vía de San Marcos para encontrarse de nuevo con la Calle Ancha y llegar a la Catedral. Antes de despedirse, los hermanos repartieron las flores de los pasos y las hogazas bendecidas por el obispo y que portó la mesa de la Sagrada Cena en todo el recorrido.