Un ambiente único en la noche cerrada
Uno de los momentos más sobrecogedores de todo el período pasional viene señalado por el Vía Crucis nocturno organizado por la Cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz. Pionera en este tipo de actuaciones con un gran fervor y reconocimiento popular iniciándose el periplo en 1990. La única imagen que aparece en todo el desfile es el Cristo Crucificado de Amado Fernández, copia del Cristo de los Balderas obra del insigne escultor Gregorio Fernández realizada en 1631. Es portada por diez cofrades que se van rotando de cinco en cinco en cada permuta de estación de las catorce establecidas. La religiosidad y el silencio priman en el cortejo. Se entonan cantos gregorianos en la capilla del convento de las MM. Benedictinas como una finalización a cargo de la banda y la campana realmente magistral. De vuelta a la parroquia de San Marcelo, con el día ya despertando a la mañana del Jueves Santo, la agrupación musical de la orden interpreta la conocida marcha de «la Madrugá» del reconocido maestro Abel Moreno. Ningún miembro de la junta de seises porta distintivo alguno para no restar protagonismo a los momentos clave del Vía Crucis ni señal perceptiva que identifique de ninguna manera a cualquiera de los hermanos intervinientes, generando un agradable y equilibrado clima de igualdad. El sombrío alumbrado de las velas, la reducción de luz a consecuencia de la noche cerrada, calles estrechas llenas de penumbra y opacidad, el retumbar del sonido de los tambores y la estética marcada por los colores negro, rojo y blanco de la indumentaria de la orden crean un ambiente único y destacado de cuantos Vía Crucis se celebran en León sirviendo como modelo y referencia a cuantos se han gestado con posterioridad.