Diario de León

PONFERRADA El Santísimo Sacramento, bajo palio, fue el otro protagonista del acto

La Morenica cambió el negro por el blanco en el día del Resucitado

Miles de personas arroparon en la plaza de la Encina a la Virgen en el día más alegre de la Pasión

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Miguel Ángel Tranca - ponferrada
Ponferrada

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Ponferrada bajó ayer el telón a su Semana Santa con la procesión de Resurrección en la que el recogimiento propio de tantos días de celebraciones se tornó en el jolgorio propio de quien celebra la resurrección de Cristo. Organizada por la Hermandad de Jesús Nazareno y con la lluvia como amenaza pero esta vez sin llegar a hacer acto de presencia, la procesión inició su desarrollo desde la basílica de la Encina, lugar del que partieron la imagen de Nuestra Señora de la Encina y el Santísimo Sacramento bajo palio. Paso a paso, son a son, el desfile fue cumplimentando su trayecto para concluir poco después en la plaza de la Encina, sin duda alguna el momento más esperado en el que a la imagen de la Morenica se le quitó el luto. Mujeres ataviadas con las típicas mantillas negras y otras de blanco acompañaron a la virgen en este acto de honda significación y emotividad que vino acompañado por el estruendo de las campanas que anunciaban con gozo la resurrección de Cristo. Del negro al blanco Si en los actos procesionales de los días precedentes la nota predominante fue la tristeza, el color oscuro y el ambiente trágico que siempre rodea a la Pasión dio paso a la alegría propia de la resurrección de Cristo. Precisamente esa transformación quedó plasmada a lo largo del acto procesional ya que si bien al principio la talla de la virgen, cubierta de un fina tela negra, fue portada precisamente por mujeres con la mantilla del mismo color oscuro, una vez retirado el manto a la virgen en la plaza de la Encina las encargadas de llevar la talla de Nuestra Señora de la Encina fueron mujeres con la mantilla blanca. Del luto a la esperanza, es decir, de la muerte a la resurrección, todo en un mismo acto que, sin duda alguna, se ha convertido con el devenir de los años en uno de los más significados de la Pasión ponferradina. Prueba de ello fueron los trajes claros y los sones más alegres de un acto que volvió a reunir a miles de personas a lo largo de un recorrido que no fue muy extenso aunque sí el suficiente para que el Santísimo y Nuestra Señora de la Encina fueran procesionados y aplaudidos a su paso por los presentes. Todo para cumplimentar el último acto de una Semana Santa ponferradina que a pesar de la presencia de la lluvia y de la suspensión de varias procesiones por esta causa, volvió a convertirse en un reclamo multitudinario para miles de personas.

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