LA PASIÓN SEGÚN LEÓN
El milagro del Desenclavo
COMO si fuera el día del Diluvio en lugar de Sábado de Gloria. No había paraguas ni artilugio humano que pudiera contener la ira con la que el cielo descargó su lluvia. Por las calles del barrio de Santa Marina, los papones del Desenclavo se dirigían hacia la plaza de San Isidoro para bajar a Cristo del madero. Y entonces, el cielo se rompió. En la misma Puerta del Perdón comenzó la desbandada. Carreras por el Cid, por Sacramento, por Serranos... Cada uno por su lado y todos para casa. El paso de la Virgen, sin pausa, en volandas hacia el patio del Colegio Leonés, tal parecía que se hubiera obrado el milagro y que Nuestra Madre María Santísima del Desconsuelo anduviera sola, tal era su levedad. Y en la puerta de las Siervas de Jesús, tres toques apresurados. Los hermanos pedían cobijo para el Santo Cristo del Desenclavo, la primera talla que tuvo la cofradía. El revuelo se instala en el convento. Abren la puerta las monjas y se encuentran de sopetón con el Cristo lacerado. Acostumbradas a cuidar enfermos, las Siervas de Jesús corren a por vendas y sudarios para secar la imagen sagrada. Y allí queda, a buen recaudo, el Cristo. Como si hubiera sido un milagro.