La Virgen de la Amargura dejó mudas las calles de la ciudad
La Virgen de La Amargura sembró de silencio las calles bañezanas durante la procesión del mismo nombre de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Casi cien braceros, que cambiaron su negro atuendo por otro consistente en capillo y faja blanca en honor a Nuestra Señora, mecieron la imagen que Navarro Santafé realizara en 1944 tomando como modelo, según cuenta una de las leyendas populares en torno a la talla, a una bella joven sevillana con la que tropezó por casualidad y con cuya hermosura quedó cautivado. El recorrido, que antaño discurriera por los barrios de San Julián y San Eusebio, despertó de nuevo emociones y sentimiento, mientras la Virgen, seguro, iba recibiendo a su paso plegarias, peticiones de gracias y lágrimas. La banda de la cofradía y la municipal, que daban escolta a la imagen, contribuyeron a aumentar el dramatismo del cortejo, que partió de la iglesia de Santa María, interpretando marchas como Cachorro, Tu estrella o Macarena. La Virgen, sobre un lecho de flores blancas a juego con su inmaculado vestido, lucía algunas de las joyas regalo de los fieles que han querido así agradecerle los favores recibidos, junto a su corona de plata rematada de estrellas y su manto oscuro bordado en oro. El palio de la imagen, de ocho varas, se asentaba en un trono realizado por Sanz Herranz en madera labrada, cuyas tallas reflejan distintos momentos de la vida de María relacionados con su Hijo, como la Anunciación, la Huida a Egipto, o la Piedad, y quedan completadas por ángeles en las esquinas.