Diario de León

| Reportaje | Celebración popular en La Bañeza |

El santín y los pucheros

El «Potajerín» salió en procesión como prólogo del reparto de tres mil raciones de potaje de garbanzos con bacalao que distribuyeron los cofrades de Angustias y Soledad

Los niños pujan la pequeña talla del Cristo, muy venerado en La Bañeza

Los niños pujan la pequeña talla del Cristo, muy venerado en La Bañeza

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Maite Almanza - la bañeza
León

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Los bañezanos y comarcanos se reunieron ayer en torno a un acto único en la Semana Santa leonesa, que por algo luce el título de Fiesta de Interés Turístico Regional: el Santo Potajero. Los cofrades de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad nadaban entre cazuelas y ollas que albergaban el sabroso guiso de garbanzos, arroz y bacalao, del que repartieron unas tres mil raciones entre los afortunados que, tras la llegada de la sociedad del bienestar, hicieron las veces de los pobres, presos y menesterosos que la cofradía debía alimentar en las tres pascuas -las de Navidad, Resurrección y Pentecostés-. La tradición, que arranca del año 1615, fecha de la Santa Regla de la hermandad, ha pervivido hasta nuestros días, ligada a cantinelas como «Santo Potajero, lléname el puchero, llénamelo más que está por la mitad». Pero la jornada, además de calentar los estómagos, sirve para atemperar el alma, y si no que se lo pregunten a los pequeños cofrades que ayer pujaron orgullosos la talla del santo, un Cristo del siglo XVII, de brazos articulados, de apenas treinta centímetros de altura, pero enorme en la devoción que despierta. La imagen, que se aferra a su cruz con tanta inocencia que provoca los sentimientos más encontrados, es pujado por los niños que, en lugar de capirote o capuchón, lucen en sus cabezas coronas de cordel o romero, al estilo de las que antaño utilizaban los hermanos, de esparto. Terminado el desfile del santo, comenzó el de las tarteras, tan efectivo que el Ayuntamiento ya ha puesto sus ojos en él como atractivo turístico.

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