| Reportaje | Miércoles de Pasión |
Silenciosa devoción en toda la capital
La Procesión del Silencio llenó un año más de emotividad, respeto y devoción las calles de León, en gran parte con el Credo Apostólico
Una grandiosa expectación pero sin un solo ruido; el absoluto silencio que invadió ayer las principales calles leonesas fue el elemento más destacable y representativo de la Procesión del Silencio que inició su andadura, un año más, desde la iglesia del convento de San Francisco el Real de los Padres Capuchinos, donde cientos de fieles esperaban el inicio del recorrido procesional. Un procesión organizada por la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y del Silencio, orden creada en 1991 para velar por la continuidad de los cortejos del Dainos y el Silencio, y destinada de forma exclusiva a hombres. La procesión se desarrolló tal y como estaba previsto, entre una enorme emotividad y recogimiento, por el sufrimiento del Hijo de Dios y los castigos que le fueron impuestos. Público de todo tipo de edad y procedencia presenciaron el desfile de los pasos procesionales llevados a hombros a manos de numerosos braceros, que junto con el repique de los tambores, llenaron cada calle de la capital leonesa de emotividad y pasión compartida. Uno de los pasos más emblemáticos fue de nuevo el Cristo de Medinaceli, de mediados del siglo XX y cuyo autor se desconoce, llevado a hombros por cerca de medio centenar de braceros; junto con el paso del Cristo de la Expiración, representando la enorme tristeza previa a la muerte de Cristo; una talla que destaca por su gran fuerza expresiva y que también pertenece al siglo pasado. Escenario de luces y sombras A medida que avanzaba el desfile procesional, la emoción iba creciendo por momentos. El absoluto silencio del público asistente como muestra de profundo respeto, se unió a los susurros del Credo de los Apóstoles y los rezos de la Salve. Al caer la noche, un abanico de luces y sombras se mezclaba, dotando del escenario perfecto a una procesión en la que las palabras sobraban; el silencio fue un año más el elemento destacado de la procesión, a pesar del elevado número de asistentes al acto procesional. Sin duda la representación de los sufrimientos del Hijo de Dios fue lograda de una forma espectacular, tal y como reflejaban algunas lágrimas emergidas de entre no pocos espectadores. El Cristo del Rescate El origen de esta religiosa manifestación se remonta hasta el año 1941, antes denominado como la procesión de los hombres, cuyos promotores fueron los Padres Capuchinos. La imagen central del cortejo es Nuestro Señor de Medinaceli, que corresponde a una tipología de Jesús Cautivo o Cristo del Rescate, cuya autoría es desconocida. Se trata de una copia del milagrero Cristo de Madrid venerado desde 1895 en la capilla de los Padres Capuchinos de Madrid; y según narra la leyenda, éste fue rescatado de los musulmanes..