La Soledad y el San Juan recrean el hermanamiento entre los cofrades del Nazareno y de Divino Obrero

La procesión de Hermandad, que ayer recorrió las calles de La Bañeza en virtud del hermanamiento entre las cofradías de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la ciudad, y de Jesús Divino Obrero de León, inundó su recorrido de silencio y de olor a incienso. Abrían la comitiva la cruz procesional y los estandartes de estas hermandades, que firmaron su acercamiento en el año 1995, y que, de forma alternativa, confirman su hermanamiento procesionando un año en la capital de la provincia y al siguiente, en La Bañeza. Tras los paños, los cofrades de Jesús Divino Obrero soportaban con fervor el peso de la imagen de su San Juan Evangelista que, vestido de rojo y verde, refulgía al caer la noche y proyectaba su sombra sobre las casas. Los hermanos, vestidos con blanquísimas túnicas y capirotes color morado, custodiaban, caminando en filas, a la talla, a la que daban escolta un grupo de plañideras ataviadas de riguroso luto. La banda de la cofradía leonesa arrancaba a las cornetas, tambores y gaitas intensos acordes. Detrás de ellos desfilaban numerosos cofrades de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de negro, y precediendo a la Virgen de la Soledad, una obra anónima de comienzos del siglo XX, que iba adornada con hermosas flores blancas. Ante la imagen, las plañideras contenían su dolor mientras la banda de cornetas y tambores de Jesús Nazareno marcaba el ritmo cadencioso del recorrido, en el que se agolpó numeroso público, que acompañó a la talla hasta su vuelta a la capilla.