El buen tiempo acompañó y una multitud abarrotó los aledaños del Casco Antiguo
Y Jesús llegó y triunfó entre los más pequeños
U n mar de palmas recibió a la Borriquilla desde la plaza de San Marcelo hasta la Catedral Miles de personas se
Una marea de palmas. Eso fue en lo que se transformó ayer la céntrica plaza de San Marcelo en la procesión de la Borriquilla, que consiguió congregar a una multitud de personas de todas las edades ya desde mucho antes de la hora establecida para el inicio del recorrido, las 12.30 horas. Niños y mayores aguardaban, palma en mano, la llegada del obispo de León, Julián López, para comenzar el recorrido en un día en el que, al contrario que la jornada anterior, el tiempo acompañó y la agradable temperatura contribuyó a que muchos acudieran a presenciar el paso de la Borriquilla en su camino hacia la Catedral, evocando la entrada de Jesús en Jerusalén. Pasaban un par de minutos de las 12.30 horas cuando hizo su aparición el obispo, abriéndose paso entre la multitud. Rodeado de flores de múltiples colores, los braceros, ataviados de riguroso negro y con la cara al descubierto, alzaron el paso de la Borriquilla. En ese momento, la plaza de San Marcelo se transformó en un mar de colores verde y azul, justo cuando los presentes alzaron sus ramos y palmas en una estampa que caracteriza año tras año esta procesión del Domingo de Ramos. Este fue el paso previo a las palabras del obispo, que se dirigió al público en general y a los niños en particular, a quienes animó a participar en la procesión. Al repique de campanas La Junta Mayor de la Semana Santa abrió el paso de la Borriquilla, flaqueada por maceros reales, guardias de gala y por los miembros de la corporación municipal y otros representantes políticos. El repique de campanas anunciaba ya la salida de un paso que, al igual que el año pasado, no contó con los sones de las cornetas y tambores. Y de allí a la Catedral, a través de la calle Ancha, donde aguardaba otra marea humana.