La solemnidad de las horquetas marcan el cortejo de la Redención
«¡A vosotros os llamo, hermanos de la Redención!. Golpes de puerta del secretario de la cofradía marcan el inicio de la procesión Santo Cristo de la Redención en el patio del convento de las Carbajalas. Sólo instantes antes, su abad había pedido a los papones máximo silencio antes de ordenar que se cubrieran con sus capillos. Y comenzó el cortejo: cruz alzada, faroles, crismón y guión de la cofrafía. El solitario repicar de un tambor y las horquetas de los braceros acompañan el primer paso, con sus pebeteros de intenso incienso humeante: Nuestro Padre Jesús de la Misericordia. La banda del Dulce Nombre escoltó esta talla, sus acordes no despuntaron hasta que el paso salió del convento. Y mismo ritural para el Santo Cristo de la Redención, que no fue montado en su trono hasta llegar a la calle debido a su importante dimensión, un momento solemne seguido en silencio por los cientos de personas que se agolpaban en la plaza del Grano para ver la salida de la procesión. Nuestra Madre de la Divina Gracia cerró el cortejo, que contó con la banda de Angustias y las devotas de luto leonés.