Pujando por la Condena
Cáritas tutela los permisos penitenciaros de los catorce reos que se suman esta tarde como braceros al paso de la Condena de Cristo en la procesión del Santo Cristo del Perdón
Catorce internos del centro penitenciario de Mansilla de las Mulas y del centro de inserción social Jesús Haddad de León participan esta tarde en la procesión del Perdón como braceros del paso de la Condena de Cristo, una obra del escultor Manuel López Becker, que abre el cortejo procesional y es pujada por casi un centenar de personas. Los presos, que serán recibidos esta mañana por el obispo Julián López, pueden participar en la procesión gracias al soporte humano y material del programa de tutela de permisos penitenciarios de Cáritas, del que el año pasado se beneficiaron 150 personas. Los presos que hoy pujarán por la Condena de Cristo actúan movidos por el aliciente del permiso de cinco días, pero, sobre todo, precisan «por el agradecimiento a la casa de acogida de Cáritas» donde todos ellos han disfrutado de permisos anteriores, como señala Rubén. Hay quienes tienen motivos religiosos: «En mi familia somos muy devotos y es la primera vez que tengo la oportunidad de vivir una procesión tan de cerca, sólo ví en una ocasión las de Sevilla», dice Raúl, un joven canario. La fuerza de la fe motiva también el nigeriano Víctor Charles, un joven que ha formado un trío de hip hop en la cárcel, que cuenta que en su país la Semana Santa se celebra de otra manera: «No hay empuje, se mete la imagen en un coche y se dan unas vueltas con ella». Aaron de Jesús es venezolano y considera «un privilegio participar en la procesión. Soy católico y tengo fe en Dios», dice tras explicar que en su país también se sacan las imágenes en procesión. Casiano Velázquiez se muestra agradecido a la «familia» de Cáritas por la acogida que ha recibido y asegura que pujará la Condena de Cristo «poniendo mucha voluntad y mucho cariño porque soy católico». Antonio, otro canario, destaca que el desfile es una «experiencia completamente nueva» para él porque en la isla la Semana Santa «sólo es una fecha en rojo en el calendario». Después de cinco años en León Antonio se queja de sufrir una doble condena: «La que cumplo por el delito que cometí y la de estar lejos de mi tierra».