Lágrimas, angustia y soledad

La procesión del Dolor de Nuestra Madre, organizada por la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, salió de la capilla de Santa Nonia a las ocho y media de la tarde. En ese momento, el cielo daba una tregua y la lluvia, que apareció tímida hasta esa hora, se recogía para ver, ausente, la solemne marcha. En el mismo clima de austeridad y respeto avanzaban los papones, primero por Arquitecto Torbado, después por Burgo Nuevo... Así hasta llegar a la Rúa y caminar por esas calles leonesas que guardan bajo sus baldosas las pisadas penitentes de quien vive con fervor la Semana Santa. A hombros tres pasos, que son las vírgenes de Las Lágrimas, Las Angustias y La Soledad, custodiadas por cerca de dos mil papones y cientos de leoneses, emocionados por unas imágenes que son reflejo del sufrimiento de una madre que ve, en la cruz, el sacrificio de su ungénito. Sufrió incontables angustias, derramaría numerosísimas lágrimas y sentiría la profunda soledad por la inmolación de la víctima a quien ella misma había engendrado. Angustias y Soledad hizo ayer patente públicamente, con humildad y veneración, el amor de hijos por parte de sus papones en una procesión en la que participan familias enteras. Tantas había que la fila de «negros» alcanzaba incluso varias calles y era difícil adivinar el final de tan sentida marcha. Un paso tras otro. Los tambores y cornetas de bandas de tres cofradías marcaban el ritmo. Llegaron las diez de la noche y la procesión se paró en la plaza de las Concepciones. Las tres vírgenes escucharon los cantos del Grupo Andadura para disipar con la música esas concentraciones de dolor, respeto y sufrimiento, mojadas en lágrimas.