Crónica | Miércoles Santo
El paso que se da con Amargura
La Virgen de la Amargura fue la procesión que, en Miércoles Santo, volvió a sacar a la calle hasta siete pasos, con una sola imagen en cada uno, para mostrar el dolor de Madre
La procesión de la Virgen de la Amargura salió ayer puntual del convento de las madres Benedictinas, a las ocho de la tarde, desde donde miró el transcurrir de un recorrido ferviente de casi tres horas. Minutos antes, los papones miraban al cielo. Mientras, el viceabad solicitaba al hermano abad permiso para iniciar la marcha. «Permiso concedido», exclamó; «Hermanos a cubrirse», se oyó poco después. Capillo abajo, más de un millar de túnicas negras comenzaron a llenar las calles leonesas de un cortejo penitente con siete pasos como protagonistas: Lignum Crucis, anónimo de finales del siglo XVI; El Santo Cristo del Desenclavo, anónimo del XVI; Santo Flagelado del Desamparo y de la Caridad, Santo Cristo de la Humillación y la Paciencia, y Nuestro Señor Jesús de la Salud, obras del leonés Manuel López Becker; Virgen de la Amargura, José de Rozas, Siglo XVII; y la Piedad de Olor, una imagen de Miguel Fábregas que desfiló por primera vez este año para erigirse en compañía de la devoción, desprendida tras el caminar de los hermanos de la Real Cofradía de Minerva y Veracruz. Sonaban los pasos tranquilos, mientras mecían a hombros a la Virgen, su Virgen, con gesto golpeado por el dolor de ver sufrir a un hijo. El cortejo volvió, un año más, a sentir, sobre las 22.40 horas, por las entrañas de ese León viejo, donde las procesiones muestran estética y donde el recogimiento parece tangible. Las bandas participantes en la procesión avivaban sus notas cuando la retahíla luctuosa abordaba Fernández Cadórniga, Zapaterías o la plaza Mayor. Una música que mezclada con el silencio conformaba una amalgama de sensaciones que se reflejaba en los rostros de quien, a esas horas, seguía por el callejero a su Virgen, la de la Amargura, que es también la de Minerva y Veracruz.