Diario de León

JORGE REVENGA

Reina, Madre y leonesa

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León

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Parecía lejano, sí, pero aquí está. Ya es Vienes de Dolores. Ha llegado el momento de que la Madre de los leoneses pasee por su ciudad. Aunque para algunos la Semana Santa empezara el Domingo de Resurrección de 2008 a las tres de la tarde y para otros el pasado lunes a las nueve de la mañana -cuando los operarios del Ayuntamiento instalaban la rampa que facilita el acceso de los pasos a la calle Teatro- para la mayoría, la Semana Santa de 2009 arranca esta tarde a las ocho en punto.

La cita, en la iglesia del Mercado. Momentos antes, todos los abades y secretarios se habrán intercambiado a las puertas del templo románico, las invitaciones a sus respectivos actos. Muchos leoneses estarán en la iglesia, pidiendo que se cumplan sus anhelos en el último día de la novena a la Morenica. Otros, se arremolinarán en el empedrado leonés de El Grano para observar el paso de la procesión y para escuchar, como si del cielo llegase, un concierto improvisado de campanas y de bandas. Ambos campaniles, el de el Mercado y el de las Carbajalas, estarán arrebatándose anunciando el paso de la Señora. Las bandas de cornetas y tambores de Minerva y la de Música del Dulce Nombre de Jesús Nazareno nos recordarán, a su paso, que una nueva Semana Santa nos acerca a otra primavera, a diez días llenos de emociones, de esfuerzos compartidos, de recuerdos imborrables y de encuentros con el pasado, con el presente y con el futuro.

Como si el tiempo no existiera en la capilla de las Benedictinas, éstas recibirán a la Virgen casi en silencio, bisbiseando rezos milenarios, y se dirigirán a Ella entonando Salve Regina en gregoriano. Sus voces templadas y afinadas, no impedirán escuchar el raseo de los braceros del paso quienes, sin casi respirar, dejarán escapar alguna lágrima como si esa tarde fuera la única, como queriéndose olvidar de que el mundo que vivimos pasa demasiado deprisa.

La Madre pronto saldrá hacia las calles y estará acompañada en todo momento por la luz lagrimeante de la velas y volverá a sentir cómo desde la aceras miles de leoneses la acompañarán en todo el recorrido. Frente a la capilla del Cristo de la Victoria, el Coro de las Escuelas Municipales volverá a dirigirse a Ella con música y ya, en la plaza de Santo Domingo, fieles y braceros entonarán la Salve popular.

De vuelta a casa, la Rúa nos llevará al pasado y podremos escuchar en la entrada del templo, el Himno a la Virgen del Camino. De principio a fin habrán sido apenas dos horas y media de procesión. Muchos habrán detenido sus relojes y habrán grabado a fuego en su memoria los momentos mágicos que les haya producido el paso del cortejo. Otros ya estarán pensando que, a nada que se descuiden, otra Semana Santa, habrá pasado ante ellos sin ni siquiera darles tiempo a saborearla como se merece, los más, volverán a sus casas con una sonrisa hacia adentro, pensando que otro año -"y van más de quinientos-, se ha cumplido un compromiso con la historia de nuestro León. Así debe ser. Al fin y al cabo la Semana Santa es un evento en el que cada quien puede sentirla a su medida. Nadie está obligado a nada. Los corazones mandan. Las emociones son libres. Las oraciones, silenciosas. Y las promesas, secretas.

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