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Es una pena que después crezcan

Los niños copan la procesión de Las Palmas, que este año celebró la bendición en Botines

La popular imagen de La Borriquilla surcó de nuevo las calles de la capital para acudir al encuentro

León

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Había un acordeonista tocando a pocos metros de la estación de Feve en el mismo momento en el que La Borriquita salía de San Isidoro. No se veía demasiado público en la calle entonces. A la altura de Ramón y Cajal la cosa estaba ya más seria y en Botines el gentío semejó las calles mismas de Jerusalén hace dos mil y pico años. La procesión de Las Palmas es un fijo en el calendario semanasantero leonés y la edición del 2009 no cambió la costumbre, por más que sí lo hiciera el escenario elegido.

Con el cortejo formado y la corporación municipal casi en pleno dispuesta, hubo que esperar unos cuantos minutos por monseñor Julián López (lo de la casa del herrero y el cuchillo de palo) para poder comenzar el ritual de la bendición de las palmas. Exceso de trabajo estos días, ya se sabe.

Felipe Fernández Ramos, el deán de la Catedral, repasó primero el pasaje bíblico de la entrada de Cristo en la Ciudad Santa. Fuera por el tono o por la trascendencia del momento, el silencio se apoderó por un instante de la calle. Santo remedio.

«Sois los amigos de Jesús», les dijo el obispo de León a los pequeños. «Queridos niños ¡agitad las palmas en honor de Jesús, Jesús es vuestro amigo!» les exhortó, visiblemente emocionado mientras cientos de gigantescas espigas se cimbreaban al viento. Lástima que el paso de los años y la propia vida se queden con parte de la inocencia

No se vieron por el vial público demasiadas sillas de ruedas ni muñones, de lo que se deduce que la costumbre de estrenar el Domingo de Ramos para no quedarse sin pies ni manos, sigue vigente, a Dios gracias. Como poco, siempre se pueden renovar las buenas intenciones.