Diario de León

Carta a Víctor de los Ríos

El autor rememora el 60 aniversario de la primera aparición de La Dolorosa en las calles de León y sugiere la posibilidad de volver a presentarla tal como la concibió el ilustre escultor

Año 1949. Presentación de la Dolorosa en el antiguo Instituto Padre Isla, en la calle Ramón y Cajal

Año 1949. Presentación de la Dolorosa en el antiguo Instituto Padre Isla, en la calle Ramón y Cajal

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León

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Querido y estimado Víctor: ¡Feliz cumpleaños¡ Aunque sea en la distancia que marcan los tiempos que Dios ha establecido para cada uno de nosotros, no puedo por menos que enviarte esta carta de felicitación, desde el tuteo que me impusiste y al que a mi siempre me ha costado sujetarme, aunque me lo repitieras hasta la saciedad. Para mí, siempre serás don Víctor. Y quiero recordarte que sigues como un chaval, con tus cien años, con tu alegría de siempre, con tu bondad, con tu señorío y educación aplastantes y con tu fina ironía, que cuando la utilizabas dejabas marcada a la gente. No se me ha olvidado, cuando, después de conocernos en Madrid, en mayo de 1982, aceptaste mi invitación para venir a León a impartir una conferencia. Fue en la Cuaresma del año 1984, en la Obra Cultural de la Caja de Ahorros, en la calle Santa Nonia, donde al final de la misma nos lanzaste un mensaje para la eternidad, al espetarnos: «Quiero pediros algo muy importante para mí, quiero pediros a los leoneses, una colocación... una colocación. en vuestros corazones». Evidentemente los puntos suspensivos fueron unos segundos que se nos hicieron interminables a todos los presentes. Y a fe que lo has logrado a través del tiempo. Los leoneses presentes, los ausentes y los que aún no habían nacido, «te tendremos siempre colocado en el corazón», unos porque lo oímos de tus propios labios, otros porque siguen admirando y queriendo tus imágenes procesionales de las que son braceros y devotos y los últimos porque han empezado a conocer la dimensión extraordinaria de tu obra escultórica como la del mejor imaginero de la Semana Santa de León, del siglo XX. No hace mucho un joven papón que no pasaría de los dieciocho años, me preguntó impaciente ¿Conoció usted a Víctor de los Ríos?. Aplicando tu norma, le pedí que si quería que le contestase, me tenia que volver a hacer la pregunta tuteándome, como tú me decías a mi, si no, no se la contestaría. Además le indique que entre papones, entre hermanos, somos todos iguales y hay que tutearse olvidándose de cargos. El muchacho, muy educadamente me la repitió pausadamente y se quedó, cual perro que ha olido y visto una liebre, a la expectativa, esperando la respuesta. «Claro que tuve la suerte de conocerlo personalmente y estar con él en varias ocasiones», le contesté. Pero rápidamente, le devolví otra pregunta: ¿Por qué te has interesado tanto en si conocí a Víctor de los Ríos? A lo que él, Daniel creo que era su nombre, me manifestó, que desde niño siempre había admirado a Víctor de los Ríos, especialmente por haber concebido un conjunto irrepetible como la Oración del Huerto, de la que él ya era bracero suplente. También me confesó, que este año iba a pujarla por primera vez, como la han pujado su padre y su abuelo. Luego me pregunto mas cosas sobre ti y tu obra con muchísimo interés. La conversación se prolongó casi dos horas. Por eso te decía, Víctor, que muchos jóvenes que aunque no te han conocido, te tienen «colocado en su corazón», incluso en su alma. Pero bueno, que celebrar cien años, no se celebran todos los días y no es momento para melancolías. ¡Enhorabuena por este centenario y que cumplas otros cien! ¡Ya me gustaría a mí llegar a ellos! Da recuerdos, ahí en el cielo, a todos los buenos amigos y papones que te acompañan, especialmente a Ramiro Ramos y Alejandro Morán, ya sabes, esos dos enamorados del Nazareno hasta los tuétanos, de los que yo aprendí a poder mirarle a los ojos, así como todo lo que no está escrito en ningún estatuto, ni reglamento cofrade. Quiero que traslades un abrazo muy fuerte, de mi parte, a otro gran amigo tuyo, a mi tío Máximo, al que siempre tuve como ejemplo para adorar y servir a la Morenica del Mercado. Y también dales un beso muy fuerte a mis abuelas Consolación y María. ¡Ah!, se me olvidaba. Que La Dolorosa, nuestra Pena Bonita, como recordarás, cumple sesenta años, que no son pocos. La han vuelto a vestir de negro, como cuando tú le diste vida. Las lágrimas han desaparecido de sus mejillas. Ya no llora lágrimas de cristal. Derrama lagrimones en su corazón, por la ausencia de su Hijo... y también por la tuya. Espero que no me haya extendido demasiado, pero ya sabes que a veces en nuestras interminables conversaciones, en las que yo tanto te preguntaba y de las que tanto aprendí, parecía que estábamos compitiendo a ver quien hablaba mas de los dos. Espero también que te acuerdes de mí, en mi cumpleaños. Un fuerte abrazo, añorado Víctor.

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