Para subir a este tren hay menos de 14 estaciones
El Santo Cristo del Perdón, la «cofradía ferroviaria» indultó ayer a un preso chileno
El acto del Locus Apellationis se escenifica frente a la Catedral, tal como manda la ordenanza de la
león
Andaba ya el proceso de impresión de estas páginas en pleno apogeo cuando los hermanos del Santo Cristo del Perdón no habían terminado de caminar. Y eso que habían empezado ya antes de las siete de la tarde. No es cosa de las pilas de la marca del conejito, es más serio: se llama fe.
La procesión del maratón preside los fastos santos del Martes ídem. El de ayer quedará grabado fuego de por vida en la mente de un chileno que por esas cosas de la vida una vez acabó entre rejas y por otras de la Semana Santa ayer se vio libre.
Jugaban una vez en una conocida prisión un partido de fútbol sala internos contra famosos y en una patada mal dada, el árbitro le mostró la tarjeta roja a uno de los presos y le dijo: «Tú, a la calle». Y el recluso le contestó: «¡Qué más quisiera!». Germán ya no va a necesitar más juegos para liberarse de las cadenas. Se enfundó la túnica de la cofradía y anoche durmió libre.
No hay muchas diferencias entre los tiempos del Fuero Juzgo del Reino de León y los actuales de Lexnet, pero la vigencia del acto ante el Locus Apellationis sigue latente: perdonar al que pretende volver a la sociedad.
Tiene El Perdón una procesión muy ordenada, aún más recia y envolvente con una larga cohorte de papones y allegados. Escoltada por sayones romanos magníficamente caracterizados (no cuela que los guantes Adidas que llevaba alguno de ellos pertenezcan a la colección 2.000 A.C. pero se les disculpa). Destaca el gesto de la talla de la imagen titular y la simpática estampa del Cristo de la Esperanza, portado por chavales de menos de 17 años. Salud.