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Aquí también se puja a estilo legionario

El Santo Cristo de la Bienaventuranza eleva sus pasos al cielo a la puerta de la Catedral

La procesión de las Bienaventuranzas fue la primera en ponerse en marcha en la mañana del Jueves San

León

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Se hace raro olfatear los aromas del incienso a primera hora de la mañana. A estas horas el cielo luce despejado todavía (suerte...). Salen los pasos del Santo Cristo de la Bienaventuranza y aún con pies descalzos en algunos casos, el raseo que se ejecuta es limpio, transparente, diáfano. Lástima que entre tanto zapato de charol impoluto y en medio de uñas recién cortadas para decoro de pies desnudos y doloridos, se dejen ver unas zapatillas deportivas estridentes. Negras, eso sí.

Dentro de la cafetería, el batería de Fito y Fitipaldis se aplica con ganas a las baquetas para marcar el ritmo de la canción. Fuera, el homónimo de la Agrupación Musical del Dulce Nombre convierte los redobles en montañas rusas, ahora intensas, ahora suaves y juega con los sonidos a su antojo. Una delicia.

Ante la Catedral, los pasos aguardan la lectura de las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña. «Jesús anuncia el camino para todo aquel que quiera acercarse», advierte la voz de la religión a través de la megafonía. «Será para quien lo haga un seguro de felicidad en esta vida y en la otra, ya lo dijo el Señor a la ladera de la montaña. Hoy es un gran día para poder repetir sus palabras ante este sensacional marco».

Parece un escándalo

«Ningún profeta dijo nada semejante. Parece un escándalo, pero es la verdad. Dichosos los que siguen las bienaventuranzas, porque están hechas para corazones decididos», concluyó el sermón.

Con la campanada de las 11.30 horas en la Catedral, los pasos se elevan al cielo y la multitud que ya a esas horas llena la Plaza de Regla, rompe en una ovación sincera y decidida. Otra cosa es el asunto de las energías, que con esos pesos encima de los brazos y sin un buen entrenamiento, la postura más parece una penitencia que una ofrenda. Algún trono se ladea mínimamente a los efectos del cansancio, que superado el ecuador de la Semana Santa, ya se deja notar.

Abrazos sinceros, palmas confortadoras en los hombros y la procesión sigue su camino. Todavía quedan por delante dos momentos más, de esos que el horario marca en rojo: la ofrenda floral al Cristo de San Martín y al borde de la conclusión de la mañana, el acto ante la iglesia de San Claudio. Digno todo de admiración.