Sábado Santo
Es probable que, ante los momentos tan intensos vividos el Viernes Santo, no quieran más que quedarse con esos recuerdos. Pero, desde mi punto de vista, se equivocarían si lo hicieran. Porque el Sábado Santo aún nos quiere regalar muchas emociones, alguna lágrima y seguro, más sonrisas de las habituales.
Puede, además, presenciarse un milagro. Acérquense a Santa Nonia sobre la una de la tarde. Aunque parezca mentira, todo estará en su sitio. Nadie diría que sólo unas horas antes, trece pasos y cinco mil personas estuvieron de procesión. Quizás, El Expolio, La Flagelación, La Dolorosa o el propio Nazareno -”que ya estará presidiendo en el altar-” podrán regalarles una sincera sonrisa. Los montadores de Jesús, exhaustos, mostrarán el orgullo del deber cumplido. Y con honores.
Este sábado, la siesta no puede ser demasiado larga. La Cofradía del Desenclavo inicia su estación de penitencia principal a las cinco menos cuarto de la tarde. Su salida del Colegio Leonés nos acercará muy pronto a Landázuri, frente a la Clarisas. Y si ayer, cantaron al Nazareno, hoy cantarán una salve a María Santísima del Desconsuelo que, seguro, llevará una rosa en su mano izquierda como queriendo ofrecérsela a la ciudad.
Lejos quedan las polémicas con los trajes de las bandas en procesión -”al menos en las cofradías jóvenes que denotan, sin duda, inteligencia-”. Esa tarde la Agrupación Musical La Cena, hará aún más grande ese cortejo que cada día que pasa, enamora a más gente.
Sobre las seis y media de la tarde, la Puerta del Perdón isidoriana será el espléndido escenario donde se lleve a cabo el inmemorial acto del Desenclavo de Cristo. Porque esta cofradía lo que ha hecho con éste -”y con muchos de sus gestos-” es traer de la memoria lejana la semana santa del pasado. Mientras los hermanos desenclavadores bajen a Cristo muerto de la Cruz, la hermanas que portan a la Virgen, cantarán, a la leonesa, La Adoración de las llagas . Saboreen esos momentos en completo silencio. Estoy seguro que quedarán impresionados. El crucificado, se convertirá en yacente; una Piedad, se incorporará al cortejo; las bandas, tras el acto, volverán a marcar el ritmo de procesión; todos, quedaremos asombrados. León, el sábado Santo quiere ser hermano del Desenclavo.
Con Cristo muerto, es imposible que La Soledad se quede en su casa. Los hermanos de Jesús Divino Obrero, con el cariño de siempre, nos la acercarán por nuestras calles. Este año, además. María Magdalena estrena ropajes salidos de las buenas manos de Juan Carlos Campo Salas. Las «Tres Marías» no pueden faltar a la cita sabatina. Su subida a la Catedral, o su paso por Plegaria nos asombrarán. Esa tarde el blanco y el morado de los hermanos del Ejido nos estarán convocando -”sin mediar palabra-” para que acudamos a su acto principal en la mañana del Domingo. Así será. Seguro.
Pero no acaba ahí la jornada. Al fin y al cabo, al tercer día resucitó. Por eso los hermanos de la Cofradía del Santo Sepulcro-”Esperanza de la Vida, nos llevan el agua y el fuego. Nos anuncian el misterio de la resurrección. Nos acercarán a la celebración de la Vigilia Pascual. Nos mostrarán a un Cristo a punto de resucitar y a otro -”que al fin y al cabo es el mismo-” descendiendo a los infiernos como nos dice el Credo de los Apóstoles . A su paso por San Martín o por las Concepciones -”las madres que acogen al Santo Cristo Esperanza de la Vida durante el año-”, ambas iglesias recibirán de manos del Maestre el fuego que alumbrará la oscuridad, que convertirá las tinieblas en luz.
En fin. Otro Sábado Santo. Otro día en el que las bandas han marcado nuestros pasos. En el que el incienso ha aromado las calles y también, por qué no decirlo, un día triste -”en sentido figurado-” para muchos. La Semana Santa se está desvaneciendo. La gran celebración primaveral de León se nos ha ido casi de las manos, como el agua, como el humo que causa el fuego. Quizás, sin saberlo, los hermanos del Santo Sepulcro están evocando el fin, y por supuesto, el principio.
Así debe ser, al fin y al cabo.