Sábado en soledad-¦
Cuando entorné los ojos al mirarte
he sentido, Señor, que me mirabas,
he escuchado, Señor, y Tú me hablabas,
y, escondido, he podido casi hablarte.
Porque el Viernes que yo quise matarte,
cuando supe que Tú me perdonabas
me he acercado -con promesas calladas-
hacia el cielo para desenclavarte.
Agua y fuego fueron tu compromiso
con la ciudad silente amurallada
cuando, Señor, nos diste el paraíso.
La Soledad se encuentra arrebatada
llorando por tu ausencia que no quiso
durar más que una noche albimorada.