Diario de León

Juan Pedro Aparicio | Escritor

Y que cumplas muchos más

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León

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Que los ciudadanos leoneses, tal y como están las cosas, podamos celebrar algo es asunto notable. Así que feliz cumpleaños, DIARIO DE LEÓN. Y que cumplas muchos más.

Naciste el día de San Blas de 1906. Podría decirse entonces que te trajo la cigüeña, pues como reza el dicho popular «por San Blas la cigüeña veras». Llegaste a un hogar muy lleno en el que te resultaba difícil hacerte un sitio. Unos te acogieron con recelo, por el aquel de tu proximidad con el obispo; otros, simplemente por la disputa del mercado. Sin embargo, con apenas dos meses de existencia, fuiste capaz de unirte a tus colegas —El Porvenir, El Magisterio, La Democracia, La Opinión y El Mensajero— para crear la Asociación de Prensa Leonesa.

Por entonces la ciudad apenas había sobrepasado los quince mil habitantes y no se puede decir que estuviera escasa de publicaciones periódicas. Ya, a finales del diecinueve, había habido dos diarios republicanos, cuyas cabeceras, por contraste con nuestra realidad de hoy, iluminan bastante sobre el lugar adonde han ido a parar las aspiraciones leonesas. El primero se llamaba El Pueblo Leonés; el segundo, El Estado Leonés. En cierta medida, habría que considerar herederos suyos a El Porvenir y a La Democracia.

El primero de vida efímera, mientras que el segundo echaría raíces entre la ciudadanía, con buenas instalaciones en lo que es hoy Avenida de San Marcos, muy cerca de la plaza Circular. Parece que allí se estrenó como escribidor un joven Victoriano Crémer.

Pero, además de estos colegas de periodicidad diaria, había publicaciones semanales y mensuales. Vida Leonesa, por ejemplo, creada nada menos que por la Sociedad Cultural y Deportiva Leonesa. Y solía ocurrir que con la misma facilidad con la que nacían también morían. A veces respondían a la aventura de un grupo de notables; otras, a la abnegación quijotesca de un solo hombre. Sus cabeceras han quedado para la pequeña historia de la ciudad: El Desquite, El Coco, La República, El Campeón Leonés, La Región y muchas más.

Supiste renovarte atrayendo a tus páginas a excelentes periodistas y escritores, cuyas colaboraciones suponen un gozo cada día, por su buena expresión y su inteligencia

Tanta riqueza y variedad de medios de prensa en una ciudad de dieciséis o diecisiete mil habitantes, podría considerarse como la semilla del fruto en sazón que vendría después y que no es otra cosa que la abundancia y la calidad de los periodistas y escritores leoneses que tanta extrañeza han despertado a lo largo del país. De casta le viene al galgo, habría que decir al modo castizo. No podemos olvidar que el leonés Gumersindo de Azcárate murió en 1917 siendo presidente de la Institución Libre de Enseñanza.

Y lo mejor es que esa fuente de la abundancia sigue manando. Y lo seguirá haciendo durante mucho tiempo a tenor de los nuevos nombres: Emilio Gancedo, Luis Artigue, Noemi Sabugal, Carlos Fidalgo, Marta del Riego, Abel Aparicio, Javier Chamorro, Camino Brasa, Gonzalo González Laiz, Ana Gaitero, Álvaro Caballero, Cristina Fanjul, Fernández Castañón, David Rubio, Alberto Torices, Luis Urdiales, Antonio Manilla y tantos otros que ahora no me vienen a la mente.

Se que por razón de edad mis recuerdos primeros de ti no pueden ser compartidos por la mayoría; yo siempre te asociaré con aquel cura sabio, don Antonio González de Lama; del mismo modo que, en el otro extremo de la estructura, me viene a la memoria Pedro, tu modesto vendedor callejero, Pedro a secas, pues nunca supimos su apellido, humilde rey de la tarde, que llegaba puntual a nuestros barrios con el declinar de la luz, pues naciste siendo vespertino, voceando tu nombre y el reclamo de algún titular atractivo.

Cuando tú viste la luz ni siquiera mi padre había nacido; sí, mi abuelo, y era mi abuelo el que te leía, aunque no siempre, porque lo que él leía a diario, y yo hojeaba en su casa, era el matutino Proa, el «diario de Falange que lo baile que lo baile», según rezaba una canción infantil de entonces. El primer número de Proa salió a la calle a los pocos días del alzamiento militar del 18 de julio de 1936, precisamente en las instalaciones de La Democracia, incautado manu militari por las fuerzas sublevadas. Sus fundadores justificaban su existencia con estas palabras: «Sea León proa occidental, altiva y cortante de esa nave castellana que en estos días de guerra y de gloria se lanza al mar del mundo con una cruz y un gallardete imperial».

Proa fue durante muchos años tu colega de la mañana. Y si hablo de él es porque, a la muerte de Franco, con el nombre de La Hora Leonesa, fue integrado en el organismo público Medios de Comunicación Social del Estado, y posteriormente vendido en subasta y comprado por ti, o por tus dueños de entonces, que conservaron las firmas que habían forjado su carácter, tanto en Proa como en La Hora, entre las que destacaba, una vez más, la de Victoriano Crémer.

Nadie puede negar que con nuevas hechuras supiste renovarte, atrayendo a tus páginas a nuevos y excelentes periodistas y escritores, cuyas colaboraciones suponen un gozo cada día, por su buena expresión y su inteligencia. Así, has logrado importantes galardones, entre ellos el Premio Nacional de Fomento a la Lectura, por el buen hacer de Alfonso García, José Enrique y Nicolás Miñambres. 

Todo eso es lo que celebramos hoy, o lo que yo, por lo menos, quiero celebrar contigo, porque se me hace extraño un cumpleaños institucional que no sea un centenario. Cien, doscientos son números redondos. Ciento quince me lleva a pensar en el día de no cumpleaños de Alicia en el País de las Maravillas: una celebración para todos los días del año, a excepción de uno. Y ¿por qué no iba a ser así entre nosotros? Más pronto que tarde podremos celebrar el haber dejado atrás esa teórica y falsa proa de la nave castellana para alcanzar la verdad de nuestra realidad leonesa y española, doblando el brazo de esos sedicentes representantes nuestros cuya estrategia ha venido siendo hacer de esta Asturia (singular por favor) Cismontana, que es el Viejo Reino de León, una empobrecida y despoblada Subpucela.

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