María Carmen Marín Vieira | Profesora de Biología Celular de la Universidad de León
El año que nos enamoramos de la ciencia
El DIARIO DE LEÓN celebra sus 115 años en activo, una gran hazaña y un rayito de esperanza en los tiempos que vivimos. Me viene a la mente la famosa bombilla centenaria de la estación de bomberos de la ciudad de Livermore, en California, que lleva luciendo, sin interrupciones 115 años y cuyo único secreto es haber sido diseñada para durar. De la misma manera, el decano de la prensa leonesa ha acompañado a esta ciudad a lo largo de esos 115 años de historia, siendo el cronista de los buenos tiempos en los que el desarrollo del tejido industrial y académico llevaron a León a ser un nodo de prestigio en la industria biotecnológica, y de otros no tan buenos, como el que ahora vivimos.
La investigación, y muy especialmente la biotecnología que en ella se sustenta, ha sido uno de los motores en la sombra del progreso de nuestra sociedad; sin embargo, ha estado generalmente olvidada, y en ocasiones maltratada, por nuestros dirigentes. En nuestra sociedad actual asumimos que cuando enfermamos vamos a conocer la naturaleza de nuestra dolencia y tendremos a mano tratamientos y medicinas que la remedien o palíen. Pero pocas veces somos conscientes del enorme trabajo de investigación que está detrás de cada uno de estos remedios. La mayoría desconoce los avances científicos, su relevancia o su posible aplicación, y especialmente, el esfuerzo económico que requieren. ¡Que levante la mano quién hace un año supiese qué era la técnica de la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR)! Pero todo cambió cuando irrumpió en nuestras vidas el coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo, Sars-Cov-2, que ha provocado la pandemia actual, llamada covid-19. Pero, ahora, tras un trágico año de pandemia, ¿quién desconoce importancia de las pruebas de PCR, la terapia con plasma de pacientes recuperados, o la necesidad de fármacos antivirales y vacunas? Estos términos han pasado a ser parte de nuestro vocabulario cotidiano, reflejando un cambio en la dirección del foco mediático que ahora señala y destaca el papel de la ciencia en la lucha por mejorar la salud. Esta pandemia nos ha hecho ver la importancia de tener un sistema de investigación fuerte, que pueda reaccionar a las necesidades sanitarias del momento y nos evite ser dependientes de los avances farmacológicos y tecnológicos de otros países.
El 2020 ha sido el año de la ciencia, cuando el trabajo conjunto de la comunidad científica y del sector biotecnológico ha permitido, en un tiempo récord en la historia, el desarrollo de vacunas seguras y el descubrimiento de fármacos para el tratamiento de la covid-19 que nos permiten vislumbrar un destello de esperanza señalando el final de esta pandemia. Por fin, los científicos han salido de la sombra para comunicar mejor su trabajo y conocimiento a la población general y para transmitir, a través de los medios de comunicación como este, la necesidad de apostar por la investigación básica de calidad y el desarrollo tecnológico en nuestro país. Como sociedad, por fin nos hemos enamorado de la ciencia y nos preguntamos si nuestros políticos están destinando suficientes medios a la investigación. Pero queda por escribir el capítulo más difícil, el que marca las pautas del camino a recorrer para construir un modelo de investigación que nos permita estar preparados para responder a futuros desafíos. Es necesario utilizar esta crisis para recapacitar y analizar en profundidad los problemas fundamentales del programa de la ciencia española, y en particular las dificultades y obstáculos que tenemos en nuestra región. Este proceso, no debe hacerse siguiendo pautas y ritmos políticos, con prisas y sin información. Por el contrario, los dirigentes políticos de la investigación, tanto nacional como autonómica, así como de las instituciones académicas, deberían actuar de manera pausada y con transparencia para diseñar el camino a seguir.
Es importante tener un sistema de investigación fuerte que pueda reaccionar y nos evite ser dependientes de los avances farmacológicos de otros países
Finalmente, cuando hablamos del futuro científico de nuestra comunidad autónoma a menudo nos olvidamos precisamente de quienes son el futuro: los jóvenes investigadores. ¿De qué nos vale educar y preparar jóvenes brillantes que se ven obligados a emigrar sin posibilidad de retorno? Es cierto que la formación de un investigador debe incluir experiencias de trabajo en varios laboratorios, a ser posible internacionales, que les permitan abrir su mente a nuevos conceptos y aprender tecnologías punteras. Esto no debe considerarse un exilio, si no una fase de preparación de tiempo limitado. Por ello, es necesario que los dirigentes políticos regionales, junto con el sector empresarial, diseñen y financien un programa de retorno, para que estos investigadores puedan volver, de manera digna, trayendo a nuestra región el conocimiento adquirido. Sólo de esta manera podremos crear una base sólida para el desarrollo de la ciencia y la tecnología en nuestra región.
¡Felicidades al DIARIO DE LEÓN! Gracias por promover la única cosa buena de esta pandemia: que este año nos hayamos enamorado de la ciencia.