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Medio Ambiente

La salud y la economía de León temen al cambio

El impacto de la crisis climática sobre la agricultura, la ganadería y la vegetación de León pone a prueba la capacidad de adaptación

El río Bernesga y su vegetación. NORBERTO

León

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El cambio climático afecta tanto a los ecosistemas como en la sociedades humanas. El informe Cambio climático: impactos, adaptación y vulnerabilidad realizado por la Oficina del Cambio Climático en noviembre de 2022, muestra que, para el último tercio del presente siglo y en un escenario de calentamiento global de 4°C — los científicos alertan que ya ha subido 1,2º en comparación con la era preindustrial—, el clima desértico y semiárido de tipo cálido se extenderá por la mitad oriental de la Península

Ibérica mientras que el clima mediterráneo se ampliará hacia el norte hasta ocupar la mayor parte de la cornisa cantábrica. «Los riesgos relacionados con el cambio climático se ven amplificados por otros factores humanos, como el desarrollo insostenible, la contaminación del aire y del agua y la degradación de hábitat», destaca el informe.

Ganadería, ida y vuelta

La catedrática del Departamento de Producción Animal de la Universidad de León, María José Ranilla, destaca que, tal y como advierte la FAO, el cambio climático afecta cada vez más a la producción agrícola y ganadera. «Los cambios que se producen en el clima pueden tener efectos demoledores sobre la salud, el bienestar y la productividad de los animales». Asegura que en las zonas donde la agricultura está ligada al ecosistema «fenómenos como las inundaciones, las plagas y la expansión de enfermedades o los cambios en los ciclos de cultivos, entre otros, pueden provocar pérdidas de la producción y rendimiento de los cultivos, amenazando de esta forma la alimentación animal y la seguridad alimentaria. De ahí que la mayoría de las acciones deban ser implementadas a nivel local y regional».

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El dióxido de carbono (C02) proviene de la quema de combustibles fósiles, la principal fuente en la actualidad, contribuyen al cambio climático. «No obstante, el sector primario, incluida la ganadería, emite también otros gases de efecto invernadero. Las emisiones producidas por la ganadería de forma directa, es decir, en la granja, se asocian mayoritariamente con el metano procedente de la fermentación en el tracto digestivo, fundamentalmente en rumiantes, pero también del manejo de los estiércoles y la fertilización de los campos de cultivo».

Pero desde fuera de la granja también llegan emisiones asociadas a los ingredientes de los piensos y del uso de la energía. «Estas emisiones agregadas de las distintas partes de la cadena productiva representan la llamada huella de carbono. La importancia de la huella de carbono depende del tipo de producción ganadera. El mayor peso en los rumiantes suele corresponder a la fermentación digestiva, mientras que en los monogástrico suele corresponder con las emisiones indirectas asociados a los piensos. Sin embargo, algunas producciones ganaderas con base territorial, como las desarrolladas en León, pueden incluso compensar parte de sus emisiones, ya que el ecosistema en el que se sustenta captura carbono en su biomasa o en el suelo».

El informe Cambio climático: impactos, adaptación y vulnerabilidad, alerta de que un calentamiento global que llegue a los 1,5 °C desencadenará múltiples peligros climáticos para ecosistemas y sociedades humanas, «si bien el nivel de riesgo dependerá de las diferentes condiciones de vulnerabilidad y exposición, del desarrollo socioeconómico y de los avances en adaptación».

Vegetación y salud

Delia Fernández González, profesora titular del Departamento de Biodiversidad y Gestión Ambiental de la Universidad de León, destaca que el cambio climático está provocando modificaciones, «lentas, pero continuas» en algunos ecosistemas del planeta. «En nuestra comunidad autónoma no siempre está claro este fenómeno, pero sí se están manifestando situaciones meteorológicas que afectan directamente a la vegetación e indirectamente a la salud de los ciudadanos. En este contexto, en los últimos 30 años se han observado cambios en las concentraciones del polen anemófilo».

El cambio polínico en la atmósfera también se han observado en la ciudad de León. «Hasta hace diez años, durante los meses de invierno (noviembre, diciembre y primera quincena de enero) no había polen en el aire y actualmente se observa durante todo el año». Delia Fernández pone como ejemplo el aliso y el fresno, que han adelantado la floración a enero y las altas concentraciones de los cipreses en febrero. «Esto, que ha provocado alergias invernales en nuestro territorio, es debido fundamentalmente a los inviernos más suaves, con disminución en la duración del periodo de heladas, es decir, se producen más tarde, última quincena del año, y finalizan antes. Y también al incremento de temperaturas mínimas, que se suavizan en invierno».

También las gramíneas tienen fluctuaciones anuales de concentración de polen, con picos en junio. «Parece ser que los pacientes alérgicos tienen mucha respuesta, pero quizás sea debido a que llegó el buen tiempo de repente y les está afectando mucho, al no inmunizarse de forma paulatina».

El polvo que llega de África en invierno (febrero y marzo) es un fenómeno nuevo de los últimos cinco años «y se han asociado a una mayor actividad de los sistemas de alta presión sobre el sector euroatlántico».

María José Ranilla.DL

Producción animal"La ganadería de León puede compensar sus emisiones porque el ecosistema captura carbono en el suelo"

Delia  Fernández González.DL

Gestión ambiental"La presencia polínica en la atmósfera de la ciudad de León ha cambiado en los últimos cinco años"

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