Cerrar

La riqueza natural de León, un valor planetario

Castilla y León se suma al Día Mundial del Medio Ambiente con el lema propuesto por Naciones Unidas: «Nuestras tierras, nuestro futuro»

El Monumento Natural de Las Médulas es una de las joyas de la fusión entre naturaleza y humanidad. DL

Publicado por
A. Gaitero
León

Creado:

Actualizado:

Bajo el lema «Nuestras tierras. Nuestro futuro», Castilla y León se une a la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, el día 5 de junio, una efeméride que cumple 53 años desde su declaración en 1972 por la Asamblea General de Naciones Unidas.

Un lema bajo el que Castilla y León se siente plenamente identificada. La Comunidad, con sus 94.224 km2, es una de las autonomías con mayor índice de biodiversidad, y la provincia de León con 15.581 km2 es la más extensa de las nueve que integran la Comunidad, a la par que reflejo del rico patrimonio natural que alberga.

Si algo caracteriza a León es la diversidad y calidad, no solo de su patrimonio cultural, conocido y valorado más allá de nuestras fronteras, sino también del natural. Espejo de ese imponente legado que la naturaleza ha plasmado en tierras leonesas son los numerosos espacios naturales protegidos declarados en su territorio.

No se puede olvidar que en León se declaró uno de los primeros parques nacionales de España y el primer espacio protegido proclamado como tal en tierras castellanas y leonesas. El 22 de julio de 1918, a caballo entre Asturias y León, nacía el parque nacional de la Montaña de Covadonga, que incluía parte del valle leonés de Valdeón. Posteriormente, y merced a la Ley 16/1995, de 31 de mayo, el parque nacional se ampliaba y adquiría una nueva designación, parque nacional de Los Picos de Europa. Con 67.127 ha repartidas entre León, Asturias y Cantabria, 23.783 ha forman parte de los municipios de Oseja de Sajambre y Posada de Valdeón. Como espacio de montaña de la región biogeográfica atlántica alberga la cumbre de la comunidad, Torrecerredo, y sus 2.600 m junto a otros puntos que representan su base, el valle del Cares a 320 metros, dando cabida a litologías calizas y silíceas (con claro dominio de las primeras) y permitiendo el desarrollo de un gran número de ambientes, especies y paisajes.

El parque ampara extensas formaciones forestales, fundamentalmente caducifolias: robledales, hayedos, abedulares,…y hábitats de alta montaña sobre los que la ganadería extensiva y el aprovechamiento de leñas ha sido fundamental y a los que se asocian las numerosas vías pecuarias que lo recorren y los refugios de pastores de sus puertos.

Posee una gran variedad de tipologías de pastizal y matorral, en función de su ubicación y manejo, y están excepcionalmente bien representados los hábitats de turbera y los imponentes roquedos. Es de destacar la cada vez más estable presencia de oso pardo, y la reintroducción en la zona del quebrantahuesos.

Todos estos valores botánicos, zoológicos, geológicos, geomorfológicos y paisajísticos motivaron su declaración como espacio natural protegido, pasando a ser así un pionero en la conservación de la naturaleza de nuestro país y de Europa.

Abrazando al parque nacional, se ubica el parque regional Montaña de Riaño y Mampodre, con sus 101.219 ha ocupa la parte occidental del macizo de los Picos de Europa. Es uno de los enclaves montañosos más sobresalientes de la cordillera Cantábrica, con un alto interés botánico, zoológico, geológico, geomorfológico, paisajístico y cultural, de ahí su declaración como parque regional. Los hayedos son el bosque principal del espacio, los tejos crecen en los barrancos umbríos y los robles ascienden por las laderas de sus montañas descarnadas. Es también característica la existencia de sabinares que se sitúan sobre suelos muy pobres del sur de espacio. El abedul está también representado y las formaciones de matorral son muy variadas (leguminosas, ericáceas,..) sin olvidar los pastos de altura y afloramientos rocosos. Es de destacar la mancha relicta del pinar autóctono de pino silvestre de Puebla de Lillo, la más occidental de la península, los bosques de Pardomino y de Hormas, masa mixta de haya y roble albar con inclusión de acebos que ha permanecido casi sin alteración antropógena. En el espacio habitan gran diversidad de especies de aves (picamaderos negro, buitre leonado, águila real, aguilucho pálido, alimoche y el quebrantahuesos) y entre los mamíferos destaca el oso pardo.

Geológicamente se caracteriza por el apilamiento de escamas calizas carboníferas separadas por estrechas franjas de materiales plásticos, sobre los que, durante el Cuaternario, las nieves acumuladas ejercieron una profunda acción glaciar (morrenas, lagos glaciares, depósitos fluvioglaciares, circos,...) que junto a la carstificación, ligada a la disolución superficial y profunda de la caliza ha creado un ilustrativo karst (jous, dolinas, sumideros, poljés, …)

En el extremo norte de la provincia se localiza el parque natural de Babia y Luna, declarado en 2015, es el más reciente de los espacios naturales leoneses. Si algo caracteriza a esta comarca son sus contrastes, desde el punto de vista geomorfológico, ecológico y paisajístico.

El relieve varía desde las abruptas siluetas y elevadas altitudes de Peña Ubiña, Picos Albos,… hasta las suaves y amplias vegas de los ríos caracterizadas por ricos prados. Se conservan aquí numerosos rasgos morfológicos de origen glaciar (circos, morrenas, horns o valles en artesa) y huellas de los procesos kársticos debido a la relativa abundancia de formaciones carbonatadas, sin olvidar los importantes yacimientos paleontológicosque alberga.

El gran valor y elevada diversidad de su vegetación, motivada por sus grandes variaciones orográficas y litológicas, se refleja en diversas comunidades de alta montaña, como las interesantísimas turberas y humedales o sus singulares sabinares albares. Además, alberga una rica flora entre la que sobresalen ciertas especies endémicas (Saxifraga babiana o Centaurium somedanum). La vegetación arbórea está dominada por los bosques caducifolios de roble y puntualmente, en los enclaves septentrionales y de elevada humedad, aparecen las formaciones de haya. Avellanares y abedulares completan, a grandes rasgos, el mosaico arbóreo.

Pastos y prados ocupan sus valles acompañando a las variadas representaciones de la vegetación de ribera. La variedad vegetal se completa con una elevada riqueza faunística: presencia del oso pardo cantábrico, para el que este territorio constituye un corredor de conexión entre las poblaciones orientales y occidentales de la especie en la cornisa cantábrica, excelentes poblaciones de aves ligadas a los ambientes alpinos: treparriscos, perdiz pardilla, acentor alpino,… y una diversa población de rapaces (abejero europeo, alimoche,…).

Por otro lado, la zona tiene un indudable valor tanto histórico-cultural, ya que en estos valles y montañas se han desarrollado pasajes fundamentales de la historia de los reinos astur y leonés, como etnográfico, dado que se mantienen formas y modos de vida propios de la montaña leonesa relacionados con la trashumancia de merinas y otras razas autóctonas (caballos hispano-bretones o los mastines leoneses). Parque nacional, regional y natural, los tres tipos de parques que recoge la legislación autonómica tienen aquí presencia.

León cuenta con otros tres espacios, de menor tamaño pero de gran singularidad e importancia, que comparten la misma figura de protección: son los monumentos naturales de Las Médulas, lago de la Baña y lago de Truchillas. Estos lagos fueron los dos primeros monumentos naturales declarados en Castilla y León, en el año 1990. De pequeña extensión 731 ha el primero y 1.066 ha el segundo, se ubican en la vertiente norte de la sierra de la Cabrera, en la raya entre Zamora y León.

Los dos espacios son un excelente ejemplo del modelado glaciar cuaternario, con dos circos principales en cada caso que presiden valles en “U” con elevada diferencia de cota, por los que descienden arroyos que atraviesan morrenas de fondo y otros depósitos glaciares. A pesar de su proximidad física, los dos lagos vierten sus aguas a cuencas hidrográficas distintas, al Sil el lago de La Baña y al Duero el lago de Truchillas. Desde las cumbres se domina un amplio paisaje en el que destacan extensos brezales salpicados con bosquetes de abedul, rebollo y carballo.

Por último, el monumento natural de Las Médulas, ubicado en El Bierzo, muestra un fantástico paisaje resultado de las explotaciones auríferas romanas. Es la mina de oro más grande excavada por los romanos en todo su imperio. Los 300 millones de m3 de tierra extraídos para el lavado del mineral han configurado, con el paso del tiempo y la erosión, uno de los parajes histórico-arqueológicos con más valor y belleza de España. El profundo relieve de Las Médulas tiene su origen en el sistema empleado para la explotación del oro: el ruina montium que requería de grandes obras hidráulicas (canales alimentadores, de desagüe, lavaderos,…) y permitió la extracción de 800.000 kilos de oro.

Este pequeño espacio (3.163 ha son monumento natural, a las que hay que unir 2.015 ha que tienen la consideración de zona periférica de protección) posee una gran diversidad en cuanto a sus valores naturales, por su ubicación, en un clima mediterráneo con gran influencia atlántica. Dentro de los ecosistemas forestales existe una gran variedad que va desde los bosques de ribera (sauces, alisos, álamos...) a encinares y rebollares, con algunos pies de alcornoque dispersos. El castaño, convertido en cultivo por los romanos, es el árbol emblemático del espacio. Toda esta riqueza ha sido reconocida a nivel mundial, pues ya en 1979 este enclave fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Panorámica del parque regional Montaña de Riaño y Mampodre.dl

A los seis espacios naturales protegidos ya citados se les une otra figura de protección, la red Natura 2000 en la provincia, de la que forma parte una parte importante de la superficie provincial. Establecida en la Directiva Hábitats, ocupa en la actualidad el 26,10% de la superficie de la Comunidad e incorpora dos figuras europeas: las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y las Zonas Especiales de Conservación (ZEC).

De las 70 ZEPA designadas en la comunidad, 14 están presentes en León (395.793 ha): Alto Sil, Montes Aquilanos, Oteros-Campos, Omaña, Oteros-Cea, Picos de Europa, Valderia-Jamuz, Páramo Leonés, Picos de Europa en Castilla y León, Sierra de los Ancares, Valle de San Emiliano, Sierra de La Cabrera, La Nava—Campos Norte y Penillanuras—Campos Norte. A ellas se unen los 17 espacios designados ZEC (398.607 ha): Alto Sil, Laguna de los Oteros, Montes Aquilanos y Sierra del Teleno, Omaña, Rebollares del Cea, Riberas del río Cea, Riberas del río Esla y afluentes, Riberas del río Órbigo y afluentes, Riberas del río Sil y afluentes, Sierra de la Encina de la Lastra, Sierra de Ancares, Hoces de Vegacervera, Montaña Central de León. Picos de Europa, Picos de Europa en Castilla y León, Valle de San Emiliano y Sierra de la Cabrera.

Zonas de Especial Conservación

De las 120 ZEC de Castilla y León, un total de 17 corresponden a la provincia leonesa con 398.607 hectáreas

Otras dos figuras básicas de la legislación autonómica son esenciales en el entramado de la conservación. Englobadas bajo el paraguas de la Red de Zonas Naturales de Interés Especial están las zonas húmedas catalogadas como de interés especial.

La joya de Picos de Europa

El Parque Nacional de Picos de Europa, a caballo entre Asturias y León, de 1918, es de los primeros de España

De los 297 humedales que actualmente configuran el Catálogo Regional de Zonas Húmedas, 39 se ubican en León. Son ecosistemas extremadamente frágiles y sensibles a los cambios, tanto de origen natural como antrópico, en los últimos años soportan serias amenazas y presiones que influyen en su estado de conservación y que desde la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio se está trabajando para revertir, conseguir su restauración y ampliación, con la posible inclusión de 24 nuevas zonas.

El tejo de San Cristóbal de Valdueza, en El Bierzo.dl

Junto a las zonas húmedas catalogadas, destacar otra figura de protección, los árboles notables catalogados. Compuesto actualmente el Catálogo regional por 139 ejemplares, 10 se ubican en la provincia de León. Todos ellos son ejemplares excepcionales, de incalculable valor e inmensa trascendencia entre la población local: Tejo de la Iglesia (Castrillo de Cabrera), Tejo de San Cristóbal (Ponferrada), Roble de Sestil (Boca de Huérgano), Castaño del Pico (Palacios de Sil), Campano (Villafranca del Bierzo), Espino Maetero de Villardefrancos (Puebla de Lillo), Abeto de Boñar, Haya de Valdosín (Burón), Xardon del Peruchín o del Cementerio (Villadecanes), Zufreiro del Frade (Carucedo).

Un espacio excepcional

El parque regional Montaña de Riaño y Mampodre es uno de los enclaves sobresalientes de la cordillera Cantábrica

Y por último, cómo no destacar la declaración de siete importantes parajes como reservas de la biosfera por parte la UNESCO: Alto Bernesga, Argüellos, Babia, Picos de Europa, Ancares Leoneses, Valle de Laciana y valles de Omaña y Luna que con sus 289.056 ha son otra parte esencial de esta simbiosis entre el hombre y la naturaleza.

Zonas de Especial Protección para las Aves

De las 70 ZEPA designadas en Castilla y León, en la provincia leonesa hay 14 con 395.793 hectáreas

El recorrido ambiental por León aúna una rica variedad de ecosistemas y paisajes, desde las llanuras de Tierra de Campos, pasando por los páramos detríticos del páramo leonés a las cumbres de la magna Cantábrica, sin olvidar la Cabrera o los Montes Aquilanos. Los ecosistemas presentes en Castilla y León encuentran aquí también su testimonio. Conscientes de que están en peligro, desde bosques hasta tierras de cultivo, ríos y lagos, los espacios naturales de los que depende la existencia de la humanidad están alcanzando un punto de no retorno que es necesario detener, con la adopción de medidas efectivas y urgentes encaminadas a restaurar tierras, detener la desertificación, fortalecer la resiliencia a la sequía, conservando y aumentando nuestros bosques, restaurando nuestras zonas húmedas,…el hombre a lo largo de la historia ha cincelado paisajes, conviviendo en armonía con su entorno, sigamos trabajando por ello. Bajo el lema «Nuestras tierras. Nuestro futuro» que nos propone las Naciones Unidas para este 2024, impidamos que la actual generación continúe ensuciando su cama y algún día termine durmiendo sobre su propio desperdicio como vaticinó el gran jefe indio Seattle allá por 1854. Seamos conscientes de que «la Tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Tierra» y por ello estamos en la obligación de cuidarla.