Día de Todos los Santos
No hay buena fiesta sin una gran ingesta
Como en todas las celebraciones populares, estos días la gastronomía local saca lo mejor de su recetario para sumar al legado cultural el aporte culinario; buñuelos y huesos de santo son las estrellas de los postres en estos días
La cabeza está apenada estos días. Pero si el estómago va lleno, la vida es otra cosa., Y la muerte, también. Penas con pan son menos y la repostería de estas fechas es variopinta. Buñuelos de viento, huesitos de santo, castañas asadas... León es un plato hecho Reino.
El triunfo de la masa frita es el buñuelo. Se trata de una herencia judía que ha acabado por convertirse en el dulce más extendido de todos los que se toman alrededor del 1 de noviembre. Huevos, harina, azúcar, mantequilla y aceite son los ingredientes sencillos y mágicos de estas apetecibles bolitas. La clave es el relleno, por supuesto, que, como ocurre en el caso de los huesos de santo, se ha ido diversificando con el paso de los años. Si en un principio era de crema pastelera, ahora se pueden encontrar de trufa, de nata, de crema de café... el que ha ido perdiendo vigencia con el tiempo es el cabello de ángel, que antaño gozaba de mayor popularidad.
Son unos cilindros huecos de mazapán, rellenos de dulce de yema o de otros sabores como chocolate, nata o fruta. Se bañan en almíbar o en glaseado y se decoran con colores vivos. Su nombre se debe a su forma alargada y blanca, que recuerda a los huesos humanos.
Menos extendidos están otros productos alternativos. El pan de muerto es una comida que nos llega de México. El país por excelencia en el que se celebra un día de Todos los Santos a lo grande. Un recuerdo a las personas que ya no están en el que este dulce es el protagonista.
Merecida fama tienen también productos de la repostería monacal como los canutillos y, especialmente, los amarguillos. Estos últimos son pastas de forma circular que llevan en su parte superior una almendra tostada. Estas pastas horneadas y bañadas en huevo, tienen como ingredientes huevos, harina, almendra y obleas. Los conventos de Sahagún, Gradefes o San Miguel de las Dueñas aún siguen elaborando estas exquisiteces.
Castañas, fuego y chambombos -cilindro metálico donde se asan las castañas- son los elementos imprescindibles de una festividad que reúne a las gentes de cada pueblo en las plazas en torno al día de los Santos para despedir al verano y dar la bienvenida al invierno en la comarca berciana. La protagonista de esta arraigada tradición son las castañas de El Bierzo, un oro color pardo que durante siglos fue alimento base para las familias de la comarca. Por su excelente calidad, se usan en la gastronomía de León desde antaño: asadas, cocidas o trituradas para elaborar salsas y confituras; en deliciosos postres como el divino flan de castañas.
Pero si no cabe ninguna de las propuestas especialmente señaladas para estos días, siempre quedan los recursos tradicionales de cada casa. Y de fondo, en las estanterías de los supermercados, hace ya unos cuantos días que empiezan a aparecer los turrones con una propuesta pícara. Todo es cuestión de que el alma se alegre con un cuerpo que esté a la altura de las circunstancias. Y para eso, nada hay mejor que darle a estómago lo que le pide la cabeza.