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León

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JUAN VALERA

Madrid, 8 de Mayo del 50

Q uerido padre mío: en mi carta anterior dije a usted que no tenía esperanzas de que me diesen sueldo en la diplomacia, y que me alegraría de no haber tenido deseo de tenerlo ni haberlo pretendido, porque esto no ha sido más que perder tiempo e ilusiones. Y también le hablé de los discretísimos consejos del Duque de Rivas.

Mi hermano sigue en el empeño de sacarme diputado contra Ríos Rosas, con el apoyo del Gobierno, pero entiendo que esto será dificilísimo, aunque el Gobierno me apoye, que no lo hará como no se vea obligado por la necesidad. Y si al fin me presento protegido por Sartorius a luchar con Ríos y quedo vencido, cosa más que probable, resultará que, sin honra ni provecho alguno, quedaré coram populo por ministerial, sartoriesco y hombre de poco más o menos, y con una mancha que será difícil que lave cuando quiera lanzarme en el partido progresista. Puede también suceder, aunque no es muy verosímil, que a este Gobierno se lo lleve el demonio antes que llegue el tiempo de las elecciones; usted sabrá que en Europa va a haber pronto una gran revolución. De resultas del triunfo de Eugenio Sue, el ministerio francés piensa en arreglar la Ley electoral, esto es, en quitar el sufragio universal y, como los demo-soc no lo permitirán, de cuyas resultas sólo Dios sabe lo que sucederá en el mundo. La Italia, la Hungría y la Polonia se levantarán de nuevo; la Francia hará la propaganda; en Alemania vencerán los discípulos de Regel, y los españoles yo no sé lo que harán, pero es probable que D. Ramón y Sartorius se vayan a paseo.

A yer tarde tuvimos academia, pero yo no hablé. Después estuve convidado a comer en casa de mi ilustre amigo Bedmar. Comió con nosotros el famoso General Prim, pero no se habló sino de caballos, lo que me fastidió sobremanera. Luego fui a casa de La Culebrosa , donde no había nadie más que yo de visita y también me fastidié. Y, por último, estuve en el Café del Príncipe, donde hasta la una están los literatos charlando. Mucha gracia me hizo un epigrama que Bretón ha compuesto a un tal Novoa, natural de Cacabelos, que pretende haber descubierto la cuadratura del círculo, y dice así:

En Cacabelos un chulo

acaba de descubrir

la cuadratura del cir-

culo.

En vano la envidia ladra,

el gran Novoa ¡oh ventura!

ha descubierto la cuadra-

tura.

Denle al momento una placa

que bien la merece ¡cielos!

el geómetra de Caca-

belos.

Efectivamente, el descubrimiento del señor Novoa es una necedad, nacida de la ignorancia, según mi tío Agustín que me lo ha explicado, y sólo puede compararse al maravilloso invento de la filosofía de la numeración del Sr. Pujals de la Bastida, que quiere establecer el sistema duodecimal en vez del decimal, y empieza su libro con esta máxima, que cree muy cercana cuando tantos años ha la empleaba Buffon en su aritmética moral: 6 y 6 son diez . Lo que me ha dado mucho que reír, acordándome de lo que dice Luciano en su diálogo de la venta de los filósofos, por donde se ve que la idea que cree nueva el Sr. Pujals, la tenía ya Pitágoras; porque dice el diálogo:

Mercader . -”¿Y después, qué me enseñarás?

Pitágoras . -”Te enseñaré a contar.

Mercader . -”Ya sé contar.

Pitágoras . -”¿Cómo cuentas?

Mercader . -”Uno, dos, tres, cuatro-¦

Pitágoras . -”¿Ves cuán ignorante eres? Lo que crees cuatro es diez, triángulo perfectísimo y nuestro juramento.

E stos son los adelantos de la ciencia en España; ¡y luego dirán que estamos atrasados! Montemayor, el día menos pensado, saldrá volando en su Dédalo y todo el mundo se quedará bizco, como La Culebrosa .

Mi cuñado Alonso, como usted sabrá, ha inventado también un aparato para extraer el oro de las arenas del Darro. Yo soy el único que no inventa algo, y ¡vive Dios! que buena falta me hace tener alguna inventiva, porque de otra manera es probado que, por fin y remate de mis malaventuradas aventuras, me tendré que retirar a esas asperezas y decir, con Fray Luis de León:

Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruido

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido.

P ero, como en el número de estos sabios anacoretas no quiero contarme, y hablando con franqueza, como le gusta a Don Juan de Mata, no me basta entre mis lares un libro y un amigo, porque soy más ambicioso que Rioja, sentiré en el alma no poder inventar alguna cosa. Pida usted, pues, al cielo que la invente, y entretanto, ya que no en mis invenciones futuras, confíe en los buenos deseos y mucho cariño de su hijo,

JUAN

(De Correspondencia ,

Juan Valera)

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